— Audrey, ¿llegaste? — Loretta gritó desde la cocina en donde estaba liada con algo en el horno.
— Sí, aquí estoy — Contestó sin mucho ánimo, estaba exhausta.
— ¡He preparado galletas! — gritó con emoción saliendo de la cocina con la bandeja humeante, pero la expresión del rostro de la rubia le cortó las alas de inmediato — ¿Qué pasa, amiga? ¿Por qué tan achicopalada?
— ¡Ay, amiga! No sé si fue buena idea ir a trabajar a ese hospital…
— Pero, ¿De qué hablas? ¡Estabas emocionada con tu nuevo empleo!
— Es que está siendo muy difícil, Lore… — Se limitó a decir.
La morena se sentó junto a ella para confortarla.
— Todo comienzo es duro, Audrey.
— Sí, pero mis jefes me odian.
— ¿El Doctor Connor no es uno de tus jefes? ¿Cómo puede odiarte?
— No lo sé, pero es el que más me odia.
Durante las siguientes semanas, Audrey intentó mantenerse lejos del Doctor Connor, se limitó a hacer al pie de la letra su trabajo y a huir de su presencia cada vez que coincidía con él en algún lugar, sin embargo,