Essex House, Londres3 meses después…Thomas se estaba alistando para ir a visitar a su amigo, el duque de Lancaster, que estaba más confundido de lo que esperaba con su dilema de venganza, oponiéndose a su conflicto amoroso con la bella lady Claire Bradbury. Sin embargo, tal y como él se lo había advertido, su empresa resultó en un rotundo fracaso, con un enamoramiento apasionado que el susodicho se negaba a aceptar. Su mejor solución fue huir a Reading, a su casa de campo, mas no duró ni una semana estando lejos de la ciudad, sin saber de la joven que, al parecer, lo había rechazado.En parte, se sentía aliviado de que su amigo se hubiera alejado y esperaba que recapacitara sobre la cruel decisión que tomó un par de meses atrás. Cobrarse la muerte de su hermana con una criatura inocente le parecía injusto, pero Arthur no entendía de razones y no perdía las esperanzas de que sus sentimientos recién descubiertos, lo ayudaran a olvidar el pasado y a aceptar lo que la vida le estaba ofr
—¿Tan malo sería hacerlo? —cuestionó descompuesto, pensando precisamente en ella.—No soy prejuiciosa, pero tampoco tonta. Si te casas con una americana, te marcharás definitivamente de Inglaterra y el deseo de tu padre era que tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, preservaran el título con orgullo y honor.—Entonces, en el hipotético caso de que quisiera casarme con una americana, ¿la aceptarías con la condición de que ella se estableciera aquí, conmigo…? —indagó cauteloso.—¿Quieres decir que tienes a alguien en mente? —Lady Agatha arqueó una ceja, con la esperanza de que su sobrino dijera que sí.Thomas meditó por unos instantes las palabras de su tía, y aunque quería decirle que sí, solo negó con la cabeza porque su historia con Anabelle Madison había terminado rematadamente mal, antes de siquiera haber iniciado.—Solo estoy sopesando todas las posibilidades.—Yo estaré feliz siempre y cuando sea una buena mujer, te ame y se comporte como se espera de una condesa. Que sea americ
Arthur forzó una sonrisa y le ofreció el brazo a la dama que parecía espantada con la idea de dar un paseo con el caballero al que tildaban de demonio por su irritante y peculiar carácter. Lancaster le dedicó una mirada gélida a su amigo, y partió con lady Vanessa hacia Hyde Park.Por su parte, Thomas se dirigió a White´s para almorzar y reunirse con viejos conocidos con quienes aún no tuvo la oportunidad de coincidir desde su llegada, por lo que cuando uno de ellos lo invitó a acompañarlos a presenciar un combate de boxeo en las afueras de la ciudad, no lo pensó demasiado y se desveló en aquel espectáculo. Al día siguiente, apenas pisó su casa de Cavendish Square, recibió la misiva de Arthur y, después de asearse y beber una taza de café, fue a visitarlo a Lancaster House.—¿Qué tal tu paseo? —inquirió un tanto incómodo, mientras el duque cepillaba a su caballo, Tormenta—. Lo siento, Arthur, pero me fue imposible… —resopló, tragó grueso y negó con la cabeza.—Lo sé. —Lo interrumpió e
De repente, una sonrisa casi imperceptible se formó en sus labios y se preguntó: «Si Arthur, a pesar del abandono y las pérdidas, ha podido hacer a un lado el dolor y cobijar en su corazón el amor, ¿por qué yo no podría?»Cerró sus ojos por unos instantes y cuando los volvió a abrir, comprendió las palabras de Anabelle. El mundo seguía girando como siempre, nada se había detenido solo por su dolor y resentimiento. Una persona como Arthur, que en el pasado era reacio al amor, ¡ahora estaba enamorado! Las noches seguían muriendo con cada amanecer. Y cada amanecer era una nueva oportunidad de vivir y disfrutar de algo nuevo. Ya estaba cansado de buscar en el silencio y la soledad aquellas respuestas que siempre flotaron alrededor de su cabeza. Susan simplemente no lo quería como él a ella, y no era su culpa pues en los sentimientos no se mandaba. Él mismo no podía controlar los suyos. Además, no haber sido sincera desde un principio, debía tener una explicación. Tal vez, como dijo aquell
Vanessa estaba harta de perseguir a pretendientes que le huían como a la peste. Era su tercera temporada, y sin embargo, aunque se la consideraba como una de las jóvenes más bellas de todo Londres, no lograba pescar un esposo conveniente que por fin le evitase seguir las vergonzosas instrucciones de sus padres. Sin una dote cuantiosa, sabía que su propósito era un caso perdido y que, si deseaba en algún momento formar una familia, debería conformarse con lo que quedara. Además, haberse aferrado a un caballero que su padre no aprobaba, no ayudaba en demasía a tener éxito en sus conquistas.Sentada en el taburete de su tocador, fue quitándose horquilla a horquilla, mientras empezaba a hacerse a la idea de que pronto la relegarían al rango de solterona. La idea no le resultaba tan desagradable, mas ¿de qué viviría? Sin dote, sin herencia, sin oficio alguno… A lo mucho que podía aspirar era a convertirse en institutriz de los hijos de sus amigas que, por cierto, habían ido alejándose a me
—¿Ustedes pretenden que me case con el conde y sea la sustituta de su difunta prometida? —cuestionó con un nudo en la garganta y otro en el corazón. Deseaba cerrar los ojos y que al abrirlos, todo se resumiera en una absurda pesadilla.—Lord Essex ha enviado una tarjeta de visita. Vendrá mañana, y te suplico que pongas de tu parte para no espantarlo a él también —siguió su madre como si no la hubiera escuchado—. Mi plan surtió el efecto que esperaba… —musitó triunfal la condesa—. Si todo sale como espero, antes de que finalice la temporada estarás comprometida con él.Vanessa tragó saliva y presionó sus puños con impotencia, en tanto la condesa salía de sus aposentos como si nada.Al día siguiente, efectivamente el conde fue a visitarla.—Milord —realizó una perfecta venia e intentó sonreír—. Es un placer volver a verlo —pese al intento, sus ojos estaban apagados. No reflejaban ningún tipo de emoción en ellos.—Me pregunto si le gustaría acompañarme a dar un paseo. Deseo compensarla,
—Dígale a su padre que, si de la boca de su esposa sale una sola palabra sobre mi difunta prometida, lo arruinaré y lo hundiré de la forma más humillante que pudiera existir. ¿Me ha entendido, milady? —masculló muy cerca de su rostro, asustando a la muchacha que pareció ver al mismísimo demonio—. Ya se me han ido las ganas de seguir con este paseo —prosiguió, como si recordara que era un caballero—. Si no tiene objeciones, me gustaría regresarla a su residencia.Vanessa solo asintió y con el cuerpo tembloroso, subió a la calesa ayudada por Thomas.—Por favor, milord, perdone mi indiscreción —volvió a decir cuando estaban a punto de llegar a Craven House.—Recuerde darle mi mensaje a su padre, y agradezca que ha sido a mí a quien le dedicó semejantes palabras. Si hubiera hecho media insinuación delante de su excelencia, en este momento el conde estaría encerrado en la cárcel de deudores, y usted y su madre, lavando pisos en algún burdel.—¿Por qué tiene que ser tan cruel? —cuestionó la
ReadingHaven House, 1816Un caballo a todo galope se acercó repentinamente a la casa de campo del duque de Lancaster; sitio que, después de una intensa jornada de caza, se encontraba en súbito silencio.Arthur Wellesley, duque de Lancaster, ordenó que llenaran la bañera con agua tibia para poder relajar sus músculos, mientras sopesaba la posibilidad de aceptar la oferta matrimonial que le había hecho esa misma tarde su mejor amigo: Thomas Cromwell, conde de Essex.Su pequeña Susan, como llamaba con cariño a su hermana menor, se encontraba incursionando su segunda temporada y había rechazado innumerables ofertas de matrimonio por su ferviente convicción de casarse por amor. Aunque, era improbable que no consiguiera un buen partido, tanto por su cuantiosa dote como por su innegable belleza, consideraba que lord Essex era el candidato más adecuado y no quería dejar pasar más tiempo para tomar una decisión sobre el asunto.Mientras se despojaba de sus prendas y se metía al agua, suspiró