Han pasado tres días desde nuestra estadía en Milán.
Todo ha sido maravilloso. Visitamos Roma, Verona y Venecia. Ha sido todo magnífico: la compañía de Darius, sus detalles... He disfrutado todo al máximo, y sin duda alguna, me estoy enamorando de este hombre.
Nos encontramos en nuestro último destino, ya que en dos días termina nuestra luna de miel y toca regresar a nuestra vida diaria. Extraño mucho a Alanys y a Abbey. Esta última ha desarrollado una amistad muy especial con nosotras, lo cual me encanta, y muero por verlas.
Termino de acomodarme las ligas, junto con las medias, y me pongo los zapatos altos. Me miro en el espejo para asegurarme de que todo esté en su lugar, perfectamente.
—¿Te piensas quedar ahí parado viéndome? —le digo a Darius, que sonríe recostado en el umbral de la puerta.
—Sí, la vista es hermosa —responde, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón mientras se acerca a mí, quedando justo detrás.
—Te ves muy sexy, nena —me susurra al oído—. Si no fuera