Capítulo 4: La fuerza del corazón (I Parte)

“Mírame. En nada me consigo concentrar. Ando despistado todo lo hago mal. Soy un desastre y no sé. Que está pasando…” Alejandro Sanz.

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East Hampton- Nyc, Usa

Varios días después.

María Paz mantenía su mirada fija en la pantalla de su computador, sonreía contándole a su mejor amigo Matt sobre todas las aventuras que había vivido en sus vacaciones en Ecuador, y él le hablaba de su visita a Europa.

—Estuve en el palacio de Kensington, pero no tuve la suerte de conocer a ningún Duque. —Carcajeó el chico observando con atención como los labios de la joven se abrieron en una gran O.

—¡Qué gracioso! —reclamó ella, entonces recordó al chico del aeropuerto—. Un Duque —susurró—, nunca más te vuelvo a contar mis sueños —expresó acusándolo con el dedo—, además conocí a uno en el vuelo de regreso.

—¿Ya no deseas con casarte con un Duque? —Bromeó divertido—. ¿Cómo que conociste a uno?

María Paz hizo una mueca con los labios mirando con seriedad a su mejor amigo, y luego empezó a contarle toda la travesía de su vuelo, a la chica la mirada se le iluminaba cada vez que lo mencionaba.

—Ese era un sueño de niña —mencionó refiriéndose al comentario de su amigo. 

—¿Es un Duque, en verdad? —inquirió su amigo.

—Claro que no —respondió ella bufando—, él dice que es el Duque de Manizales —carcajeó.

Matt también rio al escucharla.

—¿Intercambiaron números telefónicos?

María Paz presionó sus labios y cruzó sus brazos, negó con la cabeza.

—Es un descarado, y bien coqueto —mencionó suspirando—, y si yo le pedía su contacto, de seguro iba a pensar que babeo por él—. Deberías ver la sonrisa que pone cuando te dirige la palabra, y esa mirada de conquistador. —Inhaló profundo. 

—¿Y no necesitas una servilleta? —Cuestionó divertido el joven de mirada verdosa carcajeándose. —¿Y es guapo como los chicos que nos gustan? —averiguó en voz baja, con miedo de que sus padres lo escucharan. 

La chica rodó los ojos y se quedó pensativa.

—Es muy atractivo, habla con un acento extraño —mencionó María Paz—, y sus ojos… son hermosos —mencionó abrazando una almohada—. Lástima que le fascine beber —murmuró con tristeza. 

—Más grave es, que no lo vas a volver a ver —comentó Matt. 

Entonces la chica se sobresaltó cuando la puerta del balcón de su habitación se abrió de golpe, y las cortinas de los ventanales se agitaron, arrugó el ceño porque no había brisa, sin embargo, en vez de darle temor volvió a percibir aquella cálida energía que solo ella lograba sentir.

—Debo despedirme —contestó la joven, y cerró su laptop, enseguida se calzó sus pantuflas y se acercó a la terraza, pero de nuevo todo parecía obra de su imaginación, entonces regresó a la cama, y encendió el reproductor de música, buscaba con el control del equipo una melodía cuando de pronto: «For the first time by Rod Stewart» sonó de repente en la cálida y acogedora habitación de María Paz.

«¿Are those your eyes? ¿Is that your smile? I been looking at you for ever Yet I never saw you before»

«¿Son esos tus ojos? ¿Es esa tu sonrisa? He estado buscándote eternamente. Y hasta ahora nunca te había visto»

Jamás había escuchado ese tema, pero la letra la conmovió, de manera inevitable la imagen de él se vino a su memoria, sin embargo, también recordó la forma en la que lo conoció, y se estremeció de tristeza.

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 Joaquín conducía su auto de regreso a New York, de pronto el reproductor de música falló y una melodía que él no conocía sonó:

«And for the first time, I am looking in your eyes. For the first time, I am seeing who you are. I can't believe how much I see. When you're looking back at me»

«Y por primera vez, me estoy mirando en tus ojos. Por primera vez. Estoy viendo quién eres. No puedo creer cuánto veo. Cuando tú me devuelves la mirada»

Entonces aquella sonrisa traviesa de la jovencita del avión se le vino a la memoria. Mordió sus labios al recordar aquella hermosa mirada, de pronto por mantener la mente distraída en aquella reminiscencia frenó de golpe para evitar atropellar a un canino, las llantas de su auto rechinaron, y tras de él, la bocina del vehículo de su amigo Santiago se hizo escuchar.

—¡Estás loco! —recriminó Santy bajando de su BMW—, como frenas de esa manera, casi me voy encima de ti.

Joaquín sacudió su cabeza y se llevó las manos al cabello.

—Lo siento —se disculpó.

—¿En qué o quién piensas? —cuestionó el joven Vidal mirando con atención a su amigo—, andas muy distraído.

Joaquín esbozó una amplia sonrisa, elevó una de sus cejas.

—No he tenido tiempo de contarte, conocí a una muchacha. —Mojó sus labios—, divina.

—Siempre dices lo mismo. —Bromeó Santiago.

—No, de quién te hablo es diferente, es un ángel —mencionó, luego la recordó y negó con la cabeza—, no más bien es el mismísimo demonio —expresó suspirando—, se atrevió a llamarme Duque falso, a mí un miembro de la realeza. —Sonrió divertido—, y vos la hubieras visto defenderme en el aeropuerto. —Bufó—, pero tiene unos aires de reina, quería que yo me postrara ante ella. ¿Podés creer eso?

Santiago soltó una sonora carcajada al escucharlo, luego de reír por un par de minutos colocó su mano en el hombro de su amigo.

—Creo que encontraste a la horma de tus zapatos.

—¡Qué va! —exclamó frunciendo el ceño—. Joaquín Duque es un hombre libre, cero compromisos —enfatizó y subió a su auto, pero cuando lo quiso encender, no arrancó, se rascó la nuca y siguió insistiendo.

Santy se acercó a ayudarlo, pero lo único que consiguieron fue ensuciarse de grasa e impregnarse con el aroma del combustible.

*****

La melodía finalizó y María Paz limpió de su rostro una lágrima solitaria que viajó por su mejilla.

«Está perdido, necesita encontrar el camino» escuchó en un susurró, en la misma dulce voz que ella recordaba con claridad, pero ahora no era una niña, y aquel ángel vestido de mujer no se le apareció como en sus años de infancia. Parpadeó un par de veces y el sonido de la bocina del auto de Santiago, su hermano, la sacó de aquel trance. Su corazón retumbó desenfrenado, se llevó la mano al pecho sin comprender nada, ella adoraba a Santiago, pero nunca había sentido tanta emoción de verlo regresar de un viaje, entonces enseguida se calzó sus converse, arregló su cabello y salió de la habitación.

****

—¡Qué vaina, hombre! —exclamó el mejor amigo de Santiago mirándose las manos llenas de grasa al momento que ingresó a la mansión Vidal—, no comprendo que le pasó a mi nave.

Santy ladeó su cabeza.

—Conduces como loco —recriminó—, y muchas veces en estado de embriaguez. ¿Así, esperas que tu auto resista esa vida? —inquirió.

El joven bufó al escuchar los regaños de su amigo.

—Vos te estás empezando a parecer a mi papá, pues —reclamó—, por eso escogí el…

De pronto la conversación se vio interrumpida al escuchar el grito de una joven.

—¡Hermanito! —exclamó María Paz, y desde el segundo escalón de las escaleras de su casa se lanzó como una gacela a los brazos de su hermano.

Joaquín Duque quedó paralizado al observar a la hermosa jovencita que acababa de aparecer: «Es ella» se dijo en su mente y de manera inexplicable su corazón se agitó, entonces la recorrió con sus ojos, había momentos como ese, en el cual ella no parecía real, sino un ángel. Aquel día la chica llevaba su cabello suelto, y cuando saltó hacia su hermano esa larga melena dorada se agitó. El joven pudo apreciar sus bien torneadas y esbeltas piernas, pues llevaba un short de mezclilla, calzaba unas sandalias, y su torso llevaba un top ceñido a su estrecha cintura, entonces sacudió su cabeza reaccionando: era la hermana de su mejor amigo, y menor de edad, no podía verla como mujer, pero la atracción que ella ejercía sobre él era fuerte, y tenía que luchar contra eso.

 Mientras la chica se aferraba con brazos y piernas al cuerpo de su hermano, no notó la presencia de él, hasta que cierta calidez le recorrió la espalda, y se estremeció, entonces colocó sus pies en el suelo, giró, y lo observó.

El corazón de María Paz se hizo escuchar, la mirada se le iluminó, parpadeó varias veces sin poder creer que estaba ahí frente a ella.

—Hermanita, tengo el honor de presentarte al famoso Joaquín: Duque de Manizales —dijo Santiago en tono burlesco.

María Paz miró a su hermano, y luego dirigió sus ojos al joven, sus labios se entreabrieron.

—Así que tú eres el famoso… Joaquín —expresó recorriéndolo con la mirada. —¿El Duque de Manizales? —cuestionó la chica en apenas un susurró, clavando sus ojos en él, mordiendo su labio inferior para contener la emoción de volver a verlo.

—Joaquín, duque de Manizales —Se presentó observándola a los ojos, esperando una reacción de ella.

María Paz se reflejó en la mirada de él, y soltó una sonora carcajada.

—¿Piensas que soy pendeja? —increpó—. La realeza solo vive en Europa, y no hablan con ese acento tan extraño —mencionó disimulando que ya conocía aquel cuento.

—Imaginé que no lo creerías, pero yo tengo pruebas —expresó contemplándola, esbozando una amplia sonrisa, entonces sacó su móvil, desbloqueó la pantalla, y buscó en su galería de fotos—. Observa —le dijo a la jovencita.

La chica se acercó a él y cuando su mano rozó sin querer los dedos del joven todo su ser vibró, y su estómago revoloteó, inhaló profundo para que aquellas sensaciones que jamás había percibido desaparecieran.

Su verdosa mirada observó con atención la imagen, y escudriñó a detalle a un hombre de cabello largo oscuro, recogido en una cola, vestido con una impecable camisa blanca de moño, y una especie de leva antigua.

—Él era mi tatarabuelo, fue Duque de Zaragoza, pero en la primera guerra mundial fue desterrado de España, entonces llegó a tierras americanas —explicó—, fue a Brasil, pero no le gustó el clima, entonces llegó a Colombia, y se enamoró de la tierra, de la gente, echó raíces en Manizales, y aunque perdió el título nobiliario, estás frente a alguien de la realeza, y no has hecho la venia.

María Paz volvió a carcajearse, entonces tomó entre sus manos el móvil de él.

—El de la fotografía eres tú, y esto es un montaje, se nota con claridad —explicó haciéndole dar cuenta del cambio de color que se veía en la imagen—, en segundo lugar, a mí no me interesa conocer a nadie de la realeza, y menos un Duque, falso.

Santiago soltó una risotada al escuchar a su hermana menor cuestionar a su amigo.

—Te advertí que algún día alguien te descubriría —dijo el joven Vidal—, por cierto, tengo el honor de presentarte a mi hermana menor: María Paz, y ella desde niña desea casarse con un Duque.

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¿Qué tal la imprudencia de Santiago? ¿Se imaginan la reacción de Joaquin al saber que María Paz, sueña con casarse con un Duque? 

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