En el consorcio tal como lo vaticinó Paz una acalorada discusión entre Carlos y Joaquín se escuchaba hasta los pasillos de la empresa.
—Recoge tus cosas y lárgate antes que te eche como a un perro —vociferó Carlos.
—Atrévete, vamos ¡Hazlo! — gritó Joaquín.
Los dos hermanos estaban a punto de irse a los golpes, si no hubiera sido por la llegada de María Paz, quien los miraba de manera inquisidora.
—¿Ustedes dos nunca van a dejar de pelear? —recriminó a ambos—. Son hermanos, deberían desistir de los rencores —recomendó y se acercó a Joaquín, y lo abrazó, para luego dirigirse a su cuñado—. Creí que eras un hombre maduro, y me equivoqué contigo.
—La que se