Camila
Nos sentamos en la sala de espera, que estaba completamente vacía.
Mi viejito había insistido en que nuestras consultas fueran en un área privada del hospital, asegurándose de que nadie nos molestara.
"Su instinto protector..." sonreí. Siempre hacía lo mismo. Aunque, bueno... aprendí a no discutir cuando se trataba de mi seguridad o la del bebé.
Él se acomodó a mi lado en el sofá, acariciando mi vientre. Lo hacía todo el tiempo. Amaba cada pequeño cambio, cada movimiento y cada patadita que, a veces, me hacía sufrir.
—¿Cómo está mi pequeño amor hoy? —susurró, inclinándose hacia mi abdomen.
Reprimí una sonrisa y me recosté un poco más contra el respaldo.
—Creo que está cómodo, no ha pateado en un rato.
Joaquín frunció el ceño y le dio suaves caricias circulares a mi panza.
—¿Estás dormidito, bebé? —preguntó con voz tierna—. ¿O solo te haces el interesante para hacer sufrir a tu papá?
No pude evitar soltar una carcajada.
—Amor, acabamos de desayunar, probablemente solo esté de