Isabella, atónita y con la mejilla ardiendo, no entendía de qué hablaba su suegra.
—¿De qué está hablando? No tiene derecho a golpearme —respondió ella, tratando de mantener la compostura. Aunque las lágrimas ya se asomaban por sus hermosos ojos verdes esmeraldas.
Doña Dayan levantó la mano nuevamente, dispuesta a abofetearla otra vez, pero Lilian se interpuso rápidamente.
—¡Mamá, por favor, cálmate! —suplicó, sujetando el brazo de su madre.
Doña Dayan, cegada por la ira, empujó a Lilian, quien cayó hacia atrás, apoyándose en el sofá para no perder el equilibrio.
Clac~
Justo en ese momento, la puerta se abrió, Jameson y Adrián Howard entraron en la sala.
¡La escena que encontraron los dejó perplejos!
Doña Dayan, al ver a su hijo, se detuvo y se volvió hacia él, con lágrimas de frustración en los ojos.
—¿Cómo pudiste ser tan cruel con don Richard Thompson y su hija Allison? —le reclamó doña Dayan a Jameson, con su voz quebrada por la emoción.
Jameson, visiblemente estresa