CAPÍTULO 36
Cuando las manos de Anne quedaron finalmente libre, sus muñecas estaban muy lastimadas debido al forcejeo y constante roce con las cuerdas. Manteniéndose en su lugar, enfoca su mirada hacia la parte externa de la cueva, logrando ver cómo los centinelas comenzaron a olfatear el aire; por lo que, sin perder tiempo comenzó a cubrir la piel lacerada con tierra en un intento de que esta pueda cubrir el olor de su sangre, pero al parecer era inútil, ya que estos se levantaron de su lugar buscando el origen del olor, un suspiro de alivio salió de ella cuando vio aparecer al centinela que había hablado con ella antes, aunque no alcanzó a escuchar que decía, si pudo verlo alzar conejos ante todos, estos venía cubiertos de sangre por que, sin dar más importancia, los otros lobos siguieron montando guardia sin girar su mirada hacia ella.

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Allan no puede evitar maldecir con fuerza, no puede creer que llegó a ser tan idiota como para confiarse de una sacerdotisa dentro de un territorio ene
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