C90- DEJA DE HACER BERRINCHES
El auto avanzaba por las calles oscuras. Rachel tenía las manos juntas sobre las piernas, temblando sin poder controlarlo. Había sido valiente frente a todos, pero ahora, lejos de las cámaras y los gritos, el cuerpo le pasaba factura.
Aaron no puso música.
No habló.
Solo la miró de reojo, estudiando cada movimiento, cada respiración.
Y cuando el semáforo se puso en rojo, giró hacia ella despacio. Ya no era el tiburón de la rueda de prensa ni el hombre frío del negocio.
Era otro.
El que solo existía cuando estaba con ella.
—Rachel —susurró.
Ella lo miró, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas.
—Estoy bien —mintió.
Aaron negó despacio, sin creérselo. Levantó la mano y con el dorso de los dedos le limpió la lágrima que rodaba por su mejilla.
—Nadie te volverá a hacer daño. Lo prometo —dijo con una calma que era peligrosa—. Nadie.
Rachel inhaló como si hubiera estado sin aire desde la pelea.
—Ibas a hacerlo desde el principio… ¿verdad? No