37. ¡No vuelvas a acercarte a mi mald¡ita esposa!
Amelia no tardó en comprender lo que pasó por la cabeza de Cristóbal en ese momento. Tampoco hizo o dijo nada para defenderse.
— ¿Piensas quedarte callada? — le preguntó él, rabioso, contenido… incrédulo.
Amelia bajó la mirada por un momento. Sus ojos amenazaban con cristalizarse.
— ¡Di algo, carajo!
— ¿Qué quieres que te diga que no hayas visto ya? — al fin lo encaró, y se las arregló para sonar con tanta tranquilidad que incluso a Cristóbal le pareció desconcertante — No sabía que ibas a venir y a… encontrarnos.
— Claro — negó con una sonrisa rota. ¿Qué más tenía que ver para darse cuenta de que había sido sincera? ¡Que era una…! Cerró los puños y apartó la mirada, dedicándola a ese imbécil que se sentía con el mald¡to derecho de estar allí — ¡Tienes dos jodidos segundos para desaparecer de mi vista y no volver a acercarte a ella!
— No creo que eso sea lo que ella quiera, ¿no es así, caramelito? — cuando Cristóbal lo vio acercarse y colocar su mano sobre la de una Amelia que se quedó