Coordiné que, al ingresar, nos acompañen con palomitas, comida y bebidas. Además, hice la reserva en la mejor pizzería de la ciudad, asegurando también la mejor mesa en un restaurante especializado en pastas, y, para que nada falle, también la terraza en el restaurante más destacado en carnes. Todo para que hoy cene conmigo.
En lo que no pensé fue en si le gusta la comida chatarra… o el sushi. Debí reservar todos los lugares.
Finalmente, es el momento. Tomo su mano y la conduzco hasta las butacas. No reacciona de inmediato. Me encanta la suavidad de su mano y su temperatura; casi podría jurar que su calor vence al frío de mi piel. La película comienza y doy explicaciones vagas sobre mi llegada. Mientras ella se concentra en la película, aprovecho para observarla. Se ve encantadora mientras come, y su diversión es evidente en algunas escenas. También he notado que, cuando aparecen momentos subidos de tono, desvía la mirada hacia las palomitas, como si sintiera vergüenza ajena. Este mome