69. ¿Quién no le teme al Dios de los cielos?
POV. Salvador.
Llego con Annie al castillo. Todo allí, al igual que en cada rincón del mundo, está envuelto en caos.
Mi hermano, el ángel de la justicia, está desaparecido y no tenemos idea de dónde podría estar.
Mi Dios, el jefe supremo, ha solicitado mi presencia de inmediato.
No tengo tiempo de despedirme de mis amigos ni de la mujer que se adueñó de mi corazón.
Cruzo los confines celestiales. Cada rincón de este lugar reluce como si estuviera hecho de cristal; el ambiente desprende una paz absoluta. Pero hoy, esa calma está rota.
Ángeles y emisarios corren de un lado a otro, con rostros cargados de preocupación. El jefe supremo está visiblemente molesto, lo que es un mal augurio.
Me acerco a su oficina y, antes de poder anunciarme, su voz retumba en mi mente:
—Acelera tus pasos, no tenemos tiempo que perder.
Frunzo el ceño, pero avanzo con rapidez. Cuando finalmente entro, inclino la cabeza en reverencia ante él.
—Salvador, no hay tiempo para protocolos. Mis hijos en la Tierra nec