UGPEM. CAPÍTULO 86. Nuestro pequeño milagroMax sentía tanto miedo que ni siquiera era capaz de describirlo.—No.... Liam, no puede ser, faltan dos semanas, ¡a nuestro bebé le faltan dos semanas! —exclamó y él tomó sus manos con un gesto decidido.—Tranquila, amor, tranquila, es normal que las mamás primerizas se adelanten o se atrasen, tranquila, todo va a estar bien... —le aseguró aunque él mismo se estaba muriendo de miedo.—Nos vamos a ir a la clínica ¿verdad? ¿Verdad que sí? —preguntó ella angustiada y Liam la estrechó entre sus brazos.—Sí, por supuesto, pero dime una cosa: ¿Te duele? ¿Ya tienes contracciones?—Tú de verdad estuviste leyendo mucho estos meses —suspiró ella—. No, todavía no me duele nada.—Bien, entonces todavía tenemos mucho tiempo —le sonrió con dulzura—. Vamos a darte un baño para que te relajes y luego nos vamos a la clínica, ¿de acuerdo?Max asintió, un poco asombrada del control que él tenía cuando ella, que era la más experimentada en situaciones crisis, e
UGPEM. CAPÍTULO 87. Una propuesta de negociosLiam la besó en los labios y la miró con tanto cariño que Max se derritió.—Yo te amo Max, los amo a los dos. Y no importa lo que tenga que hacer, los voy a proteger siempre, te lo prometo —susurró pegando la frente a la suya.Por desgracia hay promesas que por más que lo intentemos, no son tan fáciles de cumplir. Promesas que se deben romper aunque de paso nos rompan el corazón en el proceso, pero la verdad era que ni Liam ni Max podían imaginar lo que en ese mismo instante se estaba fraguando contra ellos.Para comprenderlo debemos volver unos meses atrás, al momento en que Garret Grissom vio cómo el trabajo de su vida era destrozado completamente por Cassian Wolf. Era cierto que la compañía Grissom cotizaba en la Bolsa y que cualquiera podía comprar acciones, pero la mayoría de ellas siempre había pertenecido a la familia. Ni por asomo Garret imaginaba que su hijo podía haber adquirido una parte tan significativa como para disponer del
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que
CAPÍTULO 2. Una mujer que quiere venganza.Un año después.Alexa Carusso era una mujer hermosa y lo sabía, pero más que eso, era una mujer determinada, fuerte y con una voluntad de arrasar con todo a su paso, por un simple motivo: había perdido todo, y venía dispuesta a recuperarlo.Precisamente por eso había pasado un año preparándose, un año tejiendo sus hilos para ganarse aquel puesto como analista en el departamento económico de Hamilton Holding Enterprise, más conocido como el grupo HHE. Era la empresa más poderosa en el área de la tecnología, y su dueño era el único hombre que a Alexa le interesaba en el mundo: Scott Hamilton.El señor Hamilton era un hombre escurridizo, al punto de ocultarle exitosamente su rostro a los medios, y eliminar cualquier noticia privada o foto suya de internet. Sin embargo todos los que lo conocían estaban de acuerdo en algo: Era un hombre despiadado, feroz, horrible... ¡y Alexa estaba allí para conquistarlo!Manejó su discreta camioneta Honda hasta
CAPÍTULO 3. ¡Tú!Y como no existe nada más fuerte que la voluntad de una mujer que quiere venganza, Alexa se llevó el trabajo a casa, apenas durmió, pero cuando estaba amaneciendo por fin aquel error se reveló ante ella.—Alguien lo está robando —sonrió Alexa y corrió a preparar café mientras Howard salía de su habitación medio dormido.—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas como gata en celo? —protestó.—¡Alguien está robándole a Scott Hamilton! —exclamó Alexa emocionada—. ¡Nadie es invulnerable en la vida, y alguien le está robando al ogro, así que ya tengo mi camino abierto hacia él!Sin embargo muy pronto Alexa se daría cuenta de que aquella alegría era demasiado prematura. En cuanto le dijo al señor Malcovich que había encontrado problemas en los números, el supervisor le quitó los documentos sin siquiera preguntarle dónde estaba el problema.—¡Oiga, yo debería hablar con el señor Hamilton de esto! —sentenció ella sin saber las intenciones de Malcovich.—Esto está muy por encima de su nivel
CAPÍTULO 4. Un hombre que no tolera desafíosAlexa quería que la tierra se la tragara. Había ido a aquella empresa a conquistar al CEO y había acabado ofendiéndolo de la peor forma posible. Sabía que tendría suerte si no la ponía de patitas en la calle antes de dejarla hablar ¡y encima llegaba peleándose con su supervisor!"¡Mierda!" pensó mientras Malcovich entraba corriendo tras ella, con cara de espanto.Sin embargo las emociones de Scott Hamilton parecían tan controladas como una bomba a punto de explotar. Se levantó despacio y miró a Alexa de arriba abajo. Estaba despeinada, descalza, desarreglada, el sudor le corría desde la frente y caía en pequeñas gotas entre sus pechos, mientras jadeaba por el esfuerzo de subir las escaleras... Parecía exactamente la bruja que era y lo peor de todo era que Scott Hamilton solo quería quitarle aquel sudor entre los pechos con la lengua. ¡¿Pero a él qué diablos le pasaba con aquella mujer?!—¿Qué demonios es esto? —gruñó cuando la vio detenerse
CAPÍTULO 5. Un juego demasiado peligrosoScott achicó los ojos. Quería asfixiar a aquella mujer con sus propias manos, pero no era un hombre estúpido.—Pon los documentos sobre mi escritorio. Dile a Malcovich que espere —ordenó y un instante después se quedaba solo.Scott respiró intentando calmarse y luego se sentó. Tomó su pluma favorita y abrió aquella carpeta. Ya había visto aquel contrato, había revisado los números de forma superficial y no había encontrado problemas, sin embargo las notas al margen de aquellas hojas, en pulcra caligrafía femenina, le contaban una historia muy diferente.Se echó adelante en el asiento, y lo repasó una y otra vez, pero los números no mentían. Ella se había dado cuenta de un mínimo error que podía costarle millones en los siguientes tres años.—¡Mierda, tenía razón la bruja! —siseó. Y eso también significaba otra cosa: Que Malcovich había tratado de engañarlo. Lo hizo pasar y apenas atravesó la puerta lo increpó—. ¡¿Por qué querías ocultarme esto!
CAPÍTULO 6. Desafiando al “Señor Hamilton”Scott Hamilton era un hombre de treinta y cuatro años, medía uno ochenta y ocho y pesaba ciento doce kilos. Tenía tatuada gran parte de la mitad derecha de su cuerpo y sus ojos eran de un azul aguamarina clarísimo.Le gustaba el kick-boxing y los autos rápidos, con una predilección especial por los Ferraris; y lo no-humano que más amaba en el mundo era a Beast, su mastín italiano.Había heredado una pequeña fortuna en la industria de calzado gracias a su padre, pero en el momento en que habían puesto aquella empresa en sus manos la había vendido y había usado el dinero para levantar un imperio en el sector de la tecnología. Creaban los mejores videojuegos y las mejores consolas. Tenía miles de profesionales trabajando para él y su solo nombre se había convertido en una marca.Las revistas lo catalogaban como uno de los diez solteros más codiciados del planeta, así que si Scott Hamilton tenía algo de sobra, era mucha seguridad en sí mismo... ¡