UGPEM. CAPÍTULO 75. Yo no quiero justicia...Lyon sacó una cerveza y se la ofreció mientras Liam se apoyaba en el barandal de proa y los dos bebían.—No hay muchos detalles para dar, la mataron. Gente corrupta del mismo ejército, me imagino que ella te habrá contado algo —sentenció.—Algo, pero no tenía pruebas y no estaba segura de nada, así que me imagino que tú tampoco las tienes —replicó Lyon.Él sonrió con tristeza y negó.—Es porque tampoco las estoy buscando, no quiero pruebas, ni justicia... lo que yo estoy buscando es algo muy diferente. Quiero venganza —sentenció.Lyon pasó saliva y apretó los dientes. El hombre frente a él se veía destrozado en todos los sentidos, tenía el cabello más largo y desordenado, barba descuidada y su ropa no estaba del todo limpia.—No tienes la cabeza fría como para buscar venganza, Liam.—No, no la tengo. Y por eso vine a buscarte —dijo este al ex soldado—. Porque estoy seguro de que me ayudarás. Voy a buscar a los responsables de la mue+rte de
UGPEM. CAPÍTULO 76. Sin salidaMax se despertó sobresaltada. Aquel sexto sentido que solía advertirle que estaba en peligro se sentía como una sirena, chillando en su interior. Se levantó en silencio y sacó el arma que tenía debajo de la cama, no sin antes ponerse aquel chaleco de grafeno.Cargó y rastrilló la pistola tratando de no hacer ruido y recorrió los angostos pasillos del calabozo en el más absoluto sigilo. No había nadie, sin embargo no se sentía tranquila. Se acercó a la una de las trampillas y no demoró mucho en escuchar pasos afuera. Era de noche, y en tres meses que llevaba allí nadie había estado rondando.Birsay tampoco era un pueblito con adolescentes que fueran a beber lejos de la vista de sus padres, así que eso solo podía significar una cosa: la habían encontrado.Max se apresuró a volver al calabozo principal y recoger sus cosas con rapidez mientras contenía la respiración, aunque era consciente de que quizás no escaparía sin ser vista. Tomó la bolsa que ya tenía
UGPEM. CAPÍTULO 77. “No hay nadie a esta hora”Lyon suspiró mientras le pasaba otra cerveza y ni siquiera le ofreció un par de analgésicos porque entendía que Liam necesitaba aquel dolor para sobrevivir. Estaba pagando solito sus minutos de no pensar claramente, sus instantes de darle la espalda a una mujer que lo había dado todo por él, y ahora incluso la esperanza era simplemente dolorosa.—Puedes quedarte aquí esta noche... con la única condición de que te duches, por favor —le pidió—. Mañana hablaremos.Liam intentó obedecer lo mejor que pudo y se dio una ducha en el pequeño baño del barco. Intentó dormir algo en la pequeña camita del camarote, pero el pecho le dolía demasiado, por dentro y por fuera. Aquellas palabras se repitieron en su cabeza."¿Si Max estuviera viva no habría buscado ya la forma de contactarse contigo?"—¿Y si no puede? —pensó en voz alta—. ¿Y si no puede hacerlo...?Se incorporó a pesar del dolor y alcanzó de inmediato su teléfono. Un presentimiento, no supo
UGPEM. CAPÍTULO 78. ¡Estás viva...!Max no podía creerlo, era su voz, era él pero... Parecía como si hubiera envejecido años, con aquella barba larga y su ropa sucia y...—¿Liam...? —susurró con voz ahogada y lo escuchó romperse en un sollozo bajo.—¡Max!... —Liam sintió como si estuviera a punto de enloquecer de felicidad cuando vio su rostro—. ¡Max!En un segundo aquella pistola estaba en el suelo y él salvaba los centímetros que los separaban para estrecharla contra su pecho. Pensar que ella estaba muerta había sido absolutamente devastador para él.—¡Dios, mío! ¡Estás viva...!Max pudo sentir el llanto sacudir el cuerpo de Liam al abrazarlo con todas sus fuerzas. Ciertamente ninguno de los dos podía creer lo que estaba pasando en ese momento. Max le devolvió el abrazo y se sintió extrañamente a salvo entre sus brazos. La sensación de su calidez la confortó y Max no pudo evitar derramar algunas lágrimas también.—Creí que estabas muerta... ¡creí que estabas muerta, por dios! —balbu
UGPEM. CAPÍTULO 79. La promesa más importanteLiam miró alrededor y el corazón se le hizo pedazos, era un refugio seguro pero no dejaba de ser la cloaca de un castillo medieval.—Sí, al menos he estado aquí desde que llegué en el carguero. Vine en uno de los contenedores.Liam sintió que se le estrujaba hasta el alma. Dos semanas en un contenedor en medio del mar, sola y sin ayuda. ¡Si no fuera por el hecho de que estaba viva y eso lo cambiaba todo, él ya habría enloquecido pensando en todo lo que Max había padecido en esos meses!—Escucha, nena, yo también tengo dinero suficiente, así que vamos a irnos de aquí ahora mismo. ¿Te sientes con fuerzas?De los dos, el que peor se veía era él, agotado por tantos días de marcha, pero Max era la que estaba embarazada y él se preocupaba por ella, así que prefería sacar fuerzas de donde no había y seguir el camino.—Sí, claro que sí —respondió ella y mientras le decía esto, una sonrisa comenzaba a brillar en sus labios.Enseguida Max recogió lo
UGPEM.CAPÍTULO 80. Una larga historiaMax respiró profundo cuando se dio cuenta de que por fin estaban solos y a salvo. Para ella aún faltaba mucho por fortificar aquella cabaña para hacerla segura, pero al menos de momento nadie los había rastreado hasta allí.Se apretó contra el pecho de Liam y sintió su pequeña pancita separándolos. Tenían que ir a un hospital en algún momento, ver cómo estaba evolucionando el bebé, pero eso tendría que esperar un poco.Él tomó su mano y los dos entraron en la cabaña. El frío ya se sentía en los huesos y en un par de semanas comenzaría a nevar.La cabaña estaba hecha de piedra y madera. Las paredes eran ásperas y las vigas eran gruesas y oscuras. El tejado era inclinado y estaba hecho de gruesos troncos cubiertos por una gruesa capa de hierba y barro, era perfecto para mantener el calor en el interior durante el invierno y el aire fresco durante el verano.La casita se veía pequeña pero aun así tenía dos plantas, con un porche envolvente, sencillo
UGPEM. CAPÍTULO 81. ¿Puedo tener a mi esposo de vuelta?Terminó de desnudarse y le sacó la ropa a Max poco a poco. Se le hizo un nudo en la garganta cuando se dio cuenta de que estaba más delgada de lo que recordaba, pero cada curva de su cuerpo seguía siendo hermosa y Liam sonrió, mordiéndose el labio inferior cuando tuvo frente a él aquella curva hermosa de su pancita.La acarició con delicadeza, pero no pudo evitar que todo su cuerpo despertara como lo hacía antes, solo con verla, porque si algo era innegable era que le gustaba su mujer.Liam sintió sus labios calientes contra los suyos y recordó la primera vez que habían estado juntos, pero la pasión entre ellos ahora era mucho más fuerte, porque ahora también había amor. Lentamente comenzaron a mojarse en la ducha, notando como el agua caliente los relajaba poco a poco. Se abrazaron con deseo mientras el agua caía sobre sus cuerpos como si fuera una bendición, envolviéndolos en una burbuja protectora donde solo existían ellos dos
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que