PEQUEÑA AMADA MÍA. CAPÍTULO 32. A toda velocidad
Niko no pudo contener la risa mientras Gigi lo miraba completamente desconcertada, todavía tratando de procesar lo que acababa de suceder.
—¡Tú… eres un demonio! —exclamó, apuntándolo con el dedito como si lo hubiera descubierto cometiendo un crimen…