Verdades dolorosas.

Abro mis ojos y me doy cuenta de que estoy en un lugar frío y demasiado blanco, después de haber sido empapada con agua. Entonces, al intentar moverme, me doy cuenta de que estoy envuelta en una camisa de fuerza que me impide moverme libremente. Miro al piso desde un rincón de esta habitación y al levantar la mirada él está allí, sentado en una silla, observándome. Esperando que reaccionara después de haber vaciado sobre mí un vaso con agua congelada.

—Thomas, ¿Dónde estoy? ¿Dónde está nuestra hija? Quiero ver a Amelie por favor—Entonces su semblante se vuelve déspota y cruel.

—¿Cómo me llamaste? ¿Thomas? ¿Thomas? Ya basta por favor Sarah de decirme así. ¿Es que eres tan ilusa y tan estúpida que aún todavía crees que soy mi hermano?—Abro la boca a punto de reventar en llanto.

—¿Qué quieres decir? No puedes ser otro que Thomas. No pueden ser tan idénticos, por favor, no me engañes y no me tortures de este modo.

—¡Que no soy Thomas, maldición Sarah! ¡Soy Emiliano, Emiliano! ¡Mírame
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