Santos
Como una plasta de mierda me sentía, las cagué de todas las maneras posibles y no había excusa. Esa jovencita tenía toda la razón del caso. El corazón me bombeaba de una manera diferente, vi tanta decepción en su mirada y para colmo era tan madura, me ofreció comida, ¡hizo comida para mí!, después de dejarla tirada como si no fuera importante y era la hija de dos personas a las cuales apreciaba mucho en mi vida.
No podía permitir que se fuera, ¡mierda! ¿Ahora qué hago? Guille no tiene celular, no me podía comunicar con él y si pudiera me daría una paliza, la cual merecía con todas las de la ley. Llegué a la habitación, el cuarto de María Constanza quedaba al frente, me quité la ropa, me bañé, me puse un pantalón con los que acostumbro a practicar mis artes marciales. Sonó mi celular y era un número desconocido.
—¿Sí?
—Hola, ¿ya estás por llegar? —¿La italiana?— Te estoy esperando.
—Lo siento no puedo ir. —escuché silencio—. Buenas noches.
—¿Vas a dejarme plantada? Dijiste que v