Capítulo 91. Depredador.
La mansión Lancer se había convertido en el epicentro de una fiesta muy distinguida en la que solamente podían entrar las personas más significativas del país.
Había que ser alguien muy importante para poder estar presente y mezclado con la élite de millonarios que se dieron cita esa noche.
—Buenas noches, señora canciller—, dijo Ibáñez que era el encargado de recibir a todos en la entrada principal de la mansión.
Todos los invitados debían dar la vuelta con sus relucientes limusinas en la fuente de la mansión y bajar justo en la entrada. Era allí cuando Ibáñez informaba automáticamente a Urdaneta, que era el encargado de toda la seguridad esa noche.
—La canciller acaba de entrar en la mansión—, dijo Ibáñez a través del comunicador que tenía en su muñeca.
—Confirmada. Ya la ví—, dijo Urdaneta, respondiendo de la misma manera—, ¿Quién es el siguiente en dar la vuelta a la fuente—, preguntó.
—El gobernador... Es el gobernador...
—Excelente. Trata de confirmar si el invitado de hon