Camila es una joven de veinticinco años que ah sufrido mucho desde la muerte de su madre, el dolor de la perdida hace mella en ella haciéndola desear la muerte, pero todo eso parece cambiar cuando un hermoso hombre se mete entre sus sábanas y la hace dudar de su propia existencia. Él podría ser su salvación si decide quedarse. El tiempo sí pasa señores, y no pasan en balde.
Leer másEl tiempo pasa y las cosas siguen ahí, la casa aunque un poco más vieja luce exactamente igual que hace siete años; la misma pintura, las mismas flores blancas que adornan el portón de la entrada, los mismo dueños.
Camila Barragán era una persona particularmente callada y muy habladora cuando estaba inspirada. Ella miraba por la ventanilla del auto el paisaje que nunca cambiaba; los ranchos, las vacas. Las gallinas caminaban en las calles de terracería, la gente chismosa asomándose por las ventanas para ver pasar la ostentosa camioneta tipo lobo de la familia Orteaga; Ella vestía un sexi vestido corto de color vino con estampado de flores, botines color negro de tacón delgado y hermosas joyas de oro que adornaban su cuello y orejas; su largo cabello negro se alborotaba por la brisa caliente que entraba por la ventana, y su muy cuidadoso maquillaje lentamente parecía estarse derritiendo por el calor asfixiante del día. El clima de Tabasco no se parecía en nada al de Cancún y es obvio que extrañaba estar en su casa en la ciudad, todo lo que la hacía sentir cómoda estaba haya, su cama individual, su pequeña colección de novelas de ficción, su trabajo y sus muy pocas amistades, regresar al pueblo era una molestia que tenía que soportar. ¿Pero por qué ir a un lugar donde no quieres estar? En una pequeña localidad de Tabasco vivía su hermana, esa quizás podría ser la razón, pero la verdad era que en ese lugar, en ese caluroso pueblo sin Internet, que en ocasiones no había agua, estaba la tumba de su madre, y ese era el único motivo por el cual agarraba las maletas en sus vacaciones, compraba un boleto de autobús y viajaría quince horas solo para ver una tumba de color blanco con el nombre de su madre en ella. Si tan solo pudiera moverla de lugar la llevaría hasta Cancún para no tener que regresar jamás. Pero eso es otra historia, aunque el tiempo parecía nunca pasar los hechos si, siempre que regresaba a casa, los felices recuerdos del pasado inundaban su mente, recordaría a su madre tan llena de vida, tan amorosa. En el pasado Camila jamás avisaba cuando iba de visita a su pueblo natal, porque cuando llegaba a casa le gustaba sorprender a su madre. Pero ahora, después de aquel día a Camila se le rompia el corazón mil veces nada más de ver el nombre del pueblo, o la calle, o la casa, siempre lloraría al no encontrarla y descubrir que el tiempo si paso, y que la vida sigue, que su madre falleció hace dos años y que ahora estaba sola en el mundo, solo con cerrar sus ojos podía volver en el tiempo, a ese momento cuando abría la puerta con su vieja llave, dejaría las maletas en la sala y caminaría lentamente por toda la casa hasta llegar al patio donde estaría Marbella, regando las plantas sedientas que morían por el calor, dándole de comer a los pollos o haciendo el desayuno en la cocina, imaginaria su voz gritar de emoción cuando la mujer viera a su hija mirarla con una suave sonrisa en los labios, ella dejaría de hacer todo lo que estaba haciendo para correr a recibirla, su madre la abrazaría, y besaría su cara, susurrando "Mi Camila" cien veces, y sería tan feliz de estar en casa, de respirar el olor a animales, el sudor pegajoso, y el calor no importaría, que el celular no funcione tampoco, nada valdría más que estar en los brazos de su madre. -Hemos llegado hija, te ayudo a bajar- la realidad la trajo de su letargo, la burbuja de añoranza se rompió y miro las manos grandes de su padrino esperando por las suyas, aunque no era necesario ellas las tomó y bajó de la camioneta de un salto no muy elegante, todos la trataban así, como si fuera de cristal, como si con el más mínimo golpe se fuera a romper, pero realmente a Camila no le importaba, a ella no le importaba nada. Así era desde que la tragedia cerró su corazón. No es que ella hubiera cambiado mucho, seguía siendo una chica un poco alegre, fiel a sí misma y demasiado ingenua, amable hasta considerarse tonta, e intelectual hasta cierto punto. Si no pensaba en la muerte todo estaba bien, la vida era manejable. -Gracias Padrino. -Damián Orteaga le acarició la cabeza, su gran manaza le alboroto su cabello, aunque Camila se quejó no pudo evitar ser despeinada por la muestra de afecto. Entró a la casa de su padrino con los tacones enterrándose en el pasto, solo a ella se le ocurriría llevar ese tipo de zapatos al rancho, el resto de la familia estaba ahí, su madrina Maricela, una dama en todo su esplendor, la recibió con un caluroso abrazo y un beso en la mejilla, su hermana Daniela también la recibió de la misma manera, su sobrino y su cuñado, todos parecían feliz de tenerla en casa después de dos largos años de ausencia. La comida fue servida, el alcohol y la cerveza fueron sacados del refrigerador y puestos en una hielera, la fiesta estaba comenzando y las personas iban llegando poco a poco, viejas amistades de su madre y por ende conocidos de ella, maestros, doctores, terratenientes y capataces, todos saludaban y se sentaban en la gran mesa, comían y bebían y el tiempo pasaba tan rápido que pronto llegó la noche, todos parecían olvidar que doña Marbella no estaba y disfrutaban como si nada, quizás por eso odiaba regresar, porque se daba cuenta que era la única que seguía sufriendo, que su vida se había parado en el momento que llegó a casa y cuando quiso dejar las maletas en la sala no pudo hacerlo, porque habían demasiadas personas que obstaculizaban la entrada, porque había un ataúd en medio de la sala, porque su madre estaba dentro del ataúd dormida y jamás despertaría de nuevo. Esa vez fue tan doloroso como increíble, y todos los días se repite en sus sueños como un limbo eterno. Ver que todos podían seguir, dolía hasta los huesos.Nuevamente el calor empezó a subir y la sabana que los cobijaban a empezó a estorbar, Camila se frotó contra su erección, cuando lo escucho gemir sonrió contra su boca.Ella se alejó para apreciar la vista, acarició su pecho y bajó hasta su abdomen marcado. —Te ves tan exquisita desnuda... — Sus pechos al aire parecían dos melones maduros y grandes, los amaso con sus manos, firmes y redondos, los pezones se pusieron duros bajo su toque. —Quiero meterlos a mi boca. Ronroneo con una voz seductora y viril. La respiración de Damián estaba agitada, se imaginaba juntado los pechos de Camila y succionar los pezones juntos, sintió que su amigo se ponía más duro haya abajo, levantó las caderas para que ella lo sintiera, quería estar en su interior, hacerla gritar de placer; Camila disfrutaba de la impaciencia del muchacho, sonrió lasciva y agarro las manos de él con las suyas, empezando mover sus senos de arriba hacia abajo, mientras ella movía las caderas contra su pene para conseguir una
A Damián se le hizo piedra el corazón apenas escucho el sollozo de su mujer, se dio la vuelta y aunque llovía sobre ellos, las lágrimas de ella no pasaban desapercibidas, no podía irse aunque su orgullo o su reputación dependiera de eso, sus piernas se movieron solas, corriendo hacia ella, sus brazos rápidamente la rodearon, un cuerpo tan pequeño, indefenso y temblosos; la abrazo fuerte, tratando de pegar alguna parte que estuviera rota, ella volvió a sostenerlo pero esta vez agarró un puño de su camisa mojada. — Por favor...vamos adentro. — Susurro acurrucada en su pecho. Él la levanto entre sus brazos como una princesa, besándole la frente, protegiéndola del clima. Suspiro agradecida del buen corazón de Damián, se sentía como una vil mentirosa, uso la última arma: las lágrimas; desgraciadamente solo puede usarse tres veces, más de tres dejan de perder efecto. Escurriendo agua lo llevó a su habitación, donde la dejo ponerse en pie con suavidad, sosteniéndola con cuidado. Una vez
Afuera la lluvia aumentó su fuerza, dejándose caer contra la tierra en un vago intento de inundarla, los rayos sonaban uno detrás de otro prometiendo destruir todo a su paso, pero eso no era nada comparado con la tormenta que se desato en su interior; Camila miró la devoción en Damián, aquellos ojos sinceros hicieron mella en su pecho llegando a estremecer cada fibra de su cuerpo, la sinceridad en cada una de sus palabras era latente como un ser vivo, tan tangible que podía tomarla entre sus dedos, sería tan fácil cerrar los ojos a su amargo dolor y dejarse subir a las nubes con aquella maravillosa promesa de un amor profundo.Tan sencillo como respirar, tan doloroso hacerlo, la agonía dentro de su ser se resistió a la esperanza de aquellas sublimes palabras, la tristeza la abrazo por la espalda, aferrándose a ella con sus filosas garras que se clavaban en su piel, le susurró al oído la posibilidad de caer en una trampa tan cruel como el amor, aquel monstro le dijo lo egoísta que ser
El sonido de un auto deteniéndose en la entrada la hizo mirar por la ventana, luego escucho el claxon. Sorprendida de ver a Damián abrirse paso entre la lluvia con un paraguas negro y una bolsa en sus manos se quedó inmóvil mirando la escena por mucho tiempo. Con el cielo cayendo a cantaros no esperaba verlo tal cual habían prometido, asumió que simplemente no vendría; su celular empezó a brillar con un número desconocido, eso la trajo a la realidad, haciéndola correr a la entrada, con las manos temblorosas y la sorpresa marcada en el rostro. Cuando abrió la puerta el hombre entró en una ventisca cálida y mojada, como si amaneciera dentro de su oscuridad, respiro la esencia masculina que le calentó hasta las uñas de los pies. Vestía vaqueros azules, aparentemente nuevos por el color brillante, una camisa manga larga negra con estampado dorado en los hombros, usaba un sombrero negro y botas oscuras de piel. Parecía sacado de alguna feria ganadera, lucía masculino y guapo, con esa
Llovía Las gotas de lluvia rebotaban contra el techo de lámina de la cocina, el eco del diluvio era un sonido intenso que llenaba toda la casa, no muy lejos de su habitación podía imaginar cómo se formaban los charcos de agua en el patio, el canto de las ranas y grillos que se unían gentilmente como una sinfonía somnolienta; con los ojos cerrados contaba el lapso que tardaban los truenos en retumbar la tierra. Jamás hubiera esperado que amaneciera nublado, apenas ayer el sol estaba en la plenitud del cielo, con una temperatura arriba de los cuarenta grados. Si estuviera en Cancún un clima lluvioso hubiera sido perfecto, lastimosamente en el pueblo de San pedro, la lluvia significaba que no habría luz por lo menos hasta que pasara la tormenta; por lo tanto, a escasos minutos de haber empezado a llover la luz se fue, dejando a Camila sumergida en los sonidos del viento, la lluvia, los truenos y los miles de recuerdos que se reproducían en su cabeza como una serie de televisión. Marbel
Ella atravesó la sala a oscuras, guiándose por una luz lejana que brillaba por el pasillo, el eco de sus pasos y el silencio era tenebroso, podía incluso escuchar el golpeteo de su corazón en su pecho; llegó hasta la cocina, aunque las luces estaban encendidas no había nadie. Camila tenía ocho años cuando abrió los ojos, giro sobre si misma extendiendo la mano buscando la figura de su madre en la extensa cama, cuando no sintió su cuerpo, se sentó, la pequeña luz de la lámpara, alejaba un poco las sombras, iluminando la habitación con una cálida luz ambarina. Se bajó rápido de la cama, la frialdad del suelo le provoco escalofríos, su bata de dormir color rosa le llegaba hasta las rodillas, abrió la puerta mirando la luz en la cocina encendida, camino en silencio por la gran casa a oscuras, tocando la pared para no golpearse con nada en el camino. Su madre estaba frente a la estufa, calentaba la comida para que no se pusiera mala y pudiera comerse al día siguiente, al mismo tiempo que
Último capítulo