Tu mirada en mis recuerdos
Tu mirada en mis recuerdos
Por: Buho Bander
Su mirada

Capitulo 1

Su mirada

Missi corría por la orilla de la carretera, era su ruta diaria, desde que tenía quince años.

Se levantaba muy temprano y tomaba un jugo de naranja natural, ella misma se lo preparaba: muy ácido y sin azúcar. Era un recorrido de aproximadamente 400 metros desde su casa hasta llegar a la entrada a La poza de los juegos. 

Hacía mucho frio, siempre le gusto el frio, la brisa fresca mañanera y sobre todo, los días de lluvia.

Esa mañana en particular, Missie corría más aprisa que nunca, mientras tanto, de sus ojos descendían lágrimas que ya no pudó contener…

Se detuvo un instante y miro a su alrededor, estaba totalmente sola, lejos diviso tras ella un auto, entre lágrimas pudo ver que estaba bastante lejos de ella, bordeo las rocas y saltó la valla que limitaba el borde de la carretera con el descenso de aquél hermoso valle y comenzó a bajar con mucho cuidado hasta encontrarse de frente con la pequeña caída de agua, al llegar allí todos sus recuerdos empezaron a llegar como el agua que caía de la cascada, sin que pudieran ser contenidos, atropellándose de manera natural y hermosos.

Recordó la noche anterior al día en que, sus ojos vieron algo y a alguien que marcaron su vida, la noche en que sus padres entraron a su cuarto con rostros serios y algo molestos para decirle…

-Misie, tu madre y yo queremos hablar contigo-. Su padre entro sin tocar la puerta y por su forma de hablarle se pudo dar cuenta que algo grave estaba sucediendo, además su madre también entró tras él.

-Missie, por favor perdón, hemos tratado de sobrellevar todo esto, pero ya es insostenible-. Su madre rompió a llorar y su voz se quebranto y no pudo seguir.

Missie les miro algo contrariada. El día anterior había cumplido 15 años, era una jovencita preciosa y muy responsable, a su edad ya tenía un historial propio, las mejores notas académicas, era muy aplicada y lograba metas en corto tiempo, se proponía hacer algo y hasta no verlo concluido no desistía, nunca se dejaba vencer, si no lo lograba al primer intento, seguía insistiendo hasta obtener su propósito.  

Siempre ha sido una niña valiente, suele tener ánimo y valor en los reveses que le han tocado, a pesar de ser una jovencita, por eso los confrontó y mirándoles dijo: 

¡Por fin decidieron divorciarse!

Sus padres se sorprendieron y ella continuo -¡No llegué a esa conclusión solo con lo que me están diciendo ahora, Tenía que suceder–. Ladeo la cabeza hacía su padre y añadió: - No imagine que lograran fingir tanto tiempo, lo he visto venir, aunque tenía esperanzas de que arreglaran sus diferencias y pudieran seguir juntos, no he visto progreso… Por eso es que… - Su tono de voz se torno algo ronca y más baja-. Se acercó a la ventana y mirando hacia el cielo guardó silencio.

-Hija, no queríamos lastimarte, tratamos por todos los medios de salvar esta unión pero ya vemos que no podemos seguir juntos-. El padre de Missie se sintió tan mal, sabía que su hija los amaba y que esto le estaba causando un gran dolor.

- Esta bien papá, todo en la vida pasa por algo, sólo debemos seguir adelante. Mamá también se merece otra oportunidad y tú… -. Allí se detuvo.

- Yo también hija, yo también merezco otra oportunidad, aunque nuestras diferencias no tienen nada que ver con el amor, será bueno para ambos. Tú madre y yo siempre seremos tus padres y el amor por ti no cambiara jamás-Argumentó su padre.

Su madre salió del cuarto y Missie miro a su padre, no había reproche en su mirada, más bien había dolor y decepción.

Sólo pudo agregar -¡Buenas noches, papá!-. Su padre se le acerco y le tomó por lo hombros atrayéndola hacía él cariñosamente, le dio un beso en la frente y se alejo.

Missie no durmió durante toda esa noche, sin querer supo algunos secretos de su padre, y desde hacía un tiempo llevaba esa espina clavada en su corazón, para ella su padre era un hombre excepcional y la amaba con todo el corazón, también amaba a su madre, pero habían cosas que era mejor que su madre no se enterara. 

 Aunque ella dejó entrever algo con sus palabras, no se delato, sin embargo su padre tuvo una alerta en ese momento, porque sembró dudas con respecto a lo que hacía un tiempo su padre también temía.

A la mañana siguiente Missie salió de la cama prácticamente de madrugada, y recogiendo su larga cabellera, enfundada en mono deportivo y zapatillas bajo las escaleras de la entrada a toda prisa, para no tener que tropezarse con su padre dentro de la casa. 

Mirando atrás corrió por el sendero que, día tras día ella veía que transitaban tantos chicos y chicas y que ella solo conocía desde la ventanilla del auto de sus padres, y que, según algunos compañeros del cole, conducía a una cascadita de agua fría. Eso que era lo único que sabía de ese lugar. A sus padres no les gustaba que ella anduviera por los alrededores, pues colindaban con comunidades de diferentes culturas y ellos eran muy conservadores al respecto.

Siguió a las personas que bajaban la colina, ella era muy ligera y ágil, ya que desde pequeña practicaba deportes, lo que le permitía bajar con rapidez, considerando que desconocía la ruta, algunos resbalaban, sin embargo la mayoría lo hacía con facilidad, imaginando que eran asiduos al lugar y ya estaban acostumbrados al camino. 

Tenía muy buena memoria, por eso se fijaba en todo para luego volver a casa, por el mismo sendero.

Al divisar desde allí la pequeña catarata , vio lo hermosa que era, se asombró al contemplar que algo tan pequeño tuviera tal belleza, realmente hipnotizaba. Desde lo lejos se divisaba una roca no muy alta, quizás unos 50 metros de altura, y a su lado unas pequeñas montañas rocosas que iban una encima de otra, pero estaban tan bien organizadas que parecía como si eso lo hubiese armado algún experto a propósito, pero más asombroso aún era que desde unos 10 o 12 metros por encima de la poza, de entre la piedra alta brotaba una gruesa línea de agua de manera copiosa, parecía que venía de una lluvia incesante o quizás de un río sin fin. 

No se dio cuenta que mientras ella estaba en un monologo interior y ensimismada en sus propias decepciones, brotaban lágrimas de sus ojos, como la misma vertiente que acababa de descubrir.

Allí se quedó Missie, deslumbrada y con la amargura de todo lo que había pasado y del dolor de saber que de ahora en adelante era otro su destino.

Desde niña se acostumbro a vivir en ambientes naturales, ya que su madre, la bella Elizabeth Leander, era una reconocida Ambientalista a nivel mundial, y como ella, llevaba ese amor y esa admiración por sitios como ese. Dejándose envolver por la magia del lugar y sus sentimientos aflorados por lo que había oído la noche anterior.

Entrada en sus pensamientos y su dolor cuando un joven se le acercó.

Oye, ¿estás bien?

¿Me oyes? ¿Me oyes?

A penas alcanzaba a oír esa voz, era como si venía desde muy lejos y era casi imperceptible. Estaba justo al frente de ella y sólo pudo estirar sus brazos y abrazarse al cuello de aquel joven y dejo salir su llanto contenido. 

El joven se quedó muy quieto, no movió ni un músculo de su cara, parecía estatua, pues no se atrevía a moverse. 

“¿La abrazo? ¿Le doy palmaditas en la espalda o le aparto un poco?” Se preguntaba y luego el mismo se respondía “Mejor me quedo muy quieto, no vaya a pensar que soy un falto de respeto y me quiero aprovechar de este momento”

Luego de ese largo abrazo y de ese llanto liberador, le fue apartando con mucho cuidado, ella mantuvo la cabeza baja. Se sentía avergonzada.

-Disculpa, No debía… -. Dijo Missie, sin levantar la cabeza aún.

-No te preocupes, pero ¿Estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Alguien te hizo daño? y le reviso con la mirada todo su cuerpo y luego agrego.-Acaso te perdiste?

Missie, manteniendo su cabeza baja, la movía de un lado a otro negando cada pregunta que el joven le hacía, luego con lágrimas aun en sus ojos…

-Disculpa, no te preocupes, estoy bien -. 

Cuando emprendía su camino de regreso el muchacho la tomó del brazo diciéndole en forma cariñosa.

-Oye, jovencita, tienes unos ojos muy hermosos, solo que no pude verlos bien, porque esas cataratas de lágrimas no me permitieron verlos, además...-. Con su dedo índice señalo el camino hacía donde todos seguían –. Es por allá la salida, debemos seguir la caminaría para encontrar la calle, dime si necesitas ayuda o que te lleve a casa.

Fue en ese momento que Missie se percató que la salida era por otro lado y recordó no haber visto nunca a nadie que subiese, siempre la gente se bajada de los autos o buses y bajaba… y que las flechas señalaban solo “Salida”

Entonces con timidez volvió la mirada hacía el joven que tenía al frente y le miro a los ojos. 

A partir de ese momento nunca más pudo olvidar aquellos ojos tan negros como la noche y tan llenos de luz como el sol.

Siendo aún una adolescente atesoro esa mirada, ese rostro que asomaba una barba diminuta, una nariz perfilada y unos labios tan bien delineados, y más cautivador aún cuando, al percatarse que ella le escudriñaba el rostro con la mirada, sonrió y pregunto –¿Te gustaría ir bajando? Así podemos ya dirigirnos a la salida. 

Missie sintió vergüenza de haber sido pillada mirándole de esa forma, y se sonrojo por ello, sin embargo pensó: “Es bastante joven pero no como yo, es mayor”

Dándole las gracias empezó a caminar detrás de él y las pocas personas que quedaban en la caminaría. No sabe cuánto tiempo había estado allí parada, pero sentía que había sido mucho. Salió de casa muy temprano y ya era casi mediodía. Sus pensamientos eran confusos, la tristeza y la incertidumbre, en la que estaba sumida por la relación terminada de sus padres y por ella misma, le ocupaban toda su mente. 

Siguieron hacia la salida y, durante el recorrido, ella se limitó a seguirle. Había cierto temor al ir acompañada de aquél apuesto y desconocido joven. Él se mantuvo delante, pero siempre atento a que ella fuese cerca Mientras que ella, en su temor y timidez, por momentos caminaba un poco lento para que él siguiera su camino, sin embargo el muchacho, sin volver la mirada se detenía hasta tenerla nuevamente a su lado y después seguía a su lado

Al llegar al final de las caminarías, habían tres anchas escaleras que conducían a una calle transitada por vehículos, al frente una parada de bus y taxis, diagonal un estacionamiento público. 

-Soy Juanne Martins, ha sido un gusto conocerte- Juanne dio un paso para girar hacia esa calle pero de inmediato volvió nuevamente el pie y se plantó justo al frente para verla directamente a los ojos y añadió-. Debes saber que tienes unos ojos realmente hermosos, no debes opacarlos con tantas lágrimas.

Fue en ese momento que una sonrisa picara terminó de deslumbrar a la señorita Missie. Verle esa gran sonrisa que, además obsequiaba espléndida y complacida por ella y para ella.

Missie sorprendida por sus últimas palabras, levantó su rostro y al fin le miro de frente, y con la firmeza de su personalidad, ya repuesta del momento que vivió frente a la catarata, le hablo con voz dulce -Soy Missie Vincent, y te estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mi hoy.

El joven cruzo la calle y antes de entrar al estacionamiento, volvió su cara y levantó su mano, con un gesto de adiós y una sonrisa se despidió de Missie, quien aun le estaba mirando hasta que se perdió de vista ante sus ojos. 

La chica volvió a su rostro sombrío dirigiéndose a la parada y tomó un taxi, pues desde ese punto, no sabía regresar hasta su casa caminando.

Durante el corto trayecto, ni siquiera se fijo en lo que había a su alrededor, solo recordaba esos ojos tan negros y brillantes cuya mirada quedo gravada en su memoria y aquella voz cuando le dijo: “Soy Juanne Martins, ha sido un gusto conocerte” y luego esa sonrisa que le dio antes de marcharse.

Atesoro ese recuerdo y lo guardó en su corazón y memoria, sin saber ni por qué, pensó en lo apuesto que era el desconocido y lo que le transmitió en los pocos minutos que compartieron, o quizás muchos, ella no lo sabía. No supo cuanto tiempo estuvo él a su lado… 

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