Darío siguió a Diomedes, Mauricio y Diego, “el Oráculo”, a un bar que era reconocido por el hecho de que las camareras atendían vestidas solo con ropa interior. Se sentaron en una mesa VIP y pidieron una botella del mejor whiskey. La camarera que los atendió era una joven pelirroja cubierta de pecas en el rostro y por varias zonas de su cuerpo que, de haber estado vestida, no se habrían notado.
—Te ves incómodo amigo —dijo Diomedes a Darío—, vamos, estás con nosotros, en confianza.
—No es por lo que crees que estoy así —contestó Darío—, sino porque creo que ya había visto a la chica que nos atendió.
Diomedes, Mauricio y el Oráculo intercambiaron una mirada.
—¿Ah sí? ¿Cómo es eso? —preguntó Mauricio, divertido por lo que parecía, iba a ser una de las anécdotas d