La entrevista

Cuando vio a Darío, lo primero en lo que pensó Martina fue en cómo pudo ocurrírsele a Víctor que ella podía acostarse con ese hombre. De nariz ganchuda, ojos algo saltones y pequeños, rostro más bien desproporcionado y labios de sapo, ni siquiera provocaba besarlo, así fuera a convertirse en un príncipe. Su único  atributo, al menos físico, era su estatura y robustez, el cuerpo de un atleta, aunque ya también era cierto que tenía sus años y algunos músculos debían estar escurridos. 

—Martina, volvemos a vernos —saludó Darío al entrar y, al contrario que ella, él sí vio la encarnación de una joven diosa del amor, venida a la Tierra para atormentar a los hombres y que se pelearan entre ellos para conquistar su belleza. 

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