—Has sido tú, ¿verdad? —preguntó Diomedes a Darío, sentado a su lado, en el asiento de primera clase del avión.
—No. Si preguntas por una flatulencia, debieron ser los de adelante. Yo no he sido.
—Sabes de qué estoy hablando.
Darío miró a su compañero de asiento, dejando por un instante la lectura que adelantaba en la pantalla de su tablet.
—No, la verdad es que no tengo ni idea.
—Vamos, ya pasó y sabes que no te delataría, pero quiero saberlo, que tú me lo confirmes.
—Amigo, en serio, no sé de qué estás hablando.