Al llegar a la oficina, Patricia fue abordada por los tres vicepresidentes y nueve gerentes de la compañía, que la esperaban en la sala de juntas. No dilataron el motivo de su impaciencia: sus principales proveedores eran ahora parte del imperio empresarial de Andrés Malagón y acababan de recibir, como un torrente de agua fría que los sacudió en la mañana, la cancelación de los contratos de suministro a las que estaban comprometidas por los próximos dos años.
Aunque prometían pagar las indemnizaciones y cláusulas correspondientes a la terminación unilateral, los valores que proponían estaban muy por debajo de lo señalado en los contratos (para obligaros a acudir a costosos y largos procesos judiciales, dijo el abogado de la compañía) y, aunque los pagaran en su totalidad y con alg&ua