¡Oh, trillizos! ¡Pobre Jade! jeje
Jade estaba acostada en la cama, convertida en un manojo de nervios cuando recibió una visita inesperada. —Cariño —llamó su madre con suavidad a la puerta.—Mamá, no estoy de humor en este momento —le dijo con cansancio—. Así que, por favor…La verdad era que la chica estaba un poco harta de todo. Su madre no había dejado de repetirle que todo estaría bien y que, si bien un embarazo múltiple era bastante complicado, con la ayuda especializada podría llevarlo a término sin el menor de los problemas. Pero eso no era precisamente lo que a ella le preocupaba. ¡Santo cielo, simplemente no se sentía lista para ser madre y, mucho menos, madre de tres bebés! «¡Tres!», pensó cada vez más horrorizada.Aquel era un número demasiado alto para una chica tan joven como ella. Ni siquiera sabía si su cuerpo iba a poder con tanto.—Tienes una visita —siguió diciendo su madre y Jade se puso inmediatamente de pie. ¿Visita? ¿Acaso era Adriel? Negó con la cabeza, sintiéndose repentinamente tonta, po
Jade sintió su corazón oprimirse ante las palabras de Gala. De cierta forma, quería creer en ese amor del que ella le hablaba, pero ya era demasiado tarde para eso. La decisión estaba tomada y Adriel no merecía su perdón. No luego de su engaño y de todo lo que había hecho en contra de su familia.—Me he sentido muy sola en estos últimos días —siguió diciendo Gala con aquel aire apesadumbrado. Sus hombros se mostraban caídos y su semblante apagado—. Ya sabes, ir a ese lugar… sin tu compañía no es lo mismo —le dijo refiriéndose al gimnasio. —Pero debes ser fuerte, Gala —la animo Jade, sabiendo que su amiga había estado haciendo pequeños avances para mejorar su salud y apariencia física, aunque odiaba hacer ejercicio—. Has mejorado mucho en estos meses. No puedes dejar perder tu sacrificio —la alentó con una sonrisa—. Yo temo que no podré seguir acompañándote.—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!Gala se mostró inmediatamente horrorizada ante la idea de ir sola todos los días a aquel lugar lleno de cu
—Quiero solicitar el divorcio —dijo Jade en un tono lo suficientemente alto, pero no por eso menos vacilante. Su voz tenía un cierto temblor y esto se debía a que estaba hablando con el abogado; hacer esto equivalía a volver realidad el divorcio.—Entiendo —respondió el hombre de manera solemne, mientras tomaba asiento en el lugar indicado y sacaba una libreta de apuntes de su maletín de trabajo—. Explíqueme sus motivos para solicitarlo, por favor.La chica se estremeció ligeramente porque no estaba sola como para hablar abiertamente del tema. Se encontraba en la sala de la casa de sus padres en compañía de ellos y de su abuela, quien no dejaba de observarla inquisitivamente, como si tuviera muchas cosas que decirle, pero hiciera un pésimo intento para contenerse.Jade sabía que Orena Arison no era el tipo de persona que se guardaba las cosas y en un momento determinado soltaría toda la sopa y entonces seguramente le reclamaría.No sabía por qué exactamente, pero lo presentía.Su abue
Era temprano en la mañana cuando Adriel aparcó su auto frente a la entrada del edificio de la empresa de su familia. Llevaba el cabello desordenado y la corbata mal ajustada, esto debido al poco tiempo que había empleado en arreglarse antes de salir de casa.Mientras se dirigía a la entrada, su mente estaba cargada de pensamientos sobre Jade y su deseo de divorcio.Esos últimos días habían sido largos y conflictivos.Tenía un conflicto interno.Un conflicto que se oponía fuertemente a la idea de separarse de Jade.No quería hacerlo.La amaba y, aunque sabía que había cometido errores, no estaba dispuesto a dejarla libre.Esas últimas noches habían sido largas e interminables. Estaba de mal humor y lo último que deseaba era encontrarse con alguien que le hiciera perder la poca calma que había recolectado en esa última hora.Porque sí, estaba al borde de la locura.Sin embargo, al girar en la esquina, se topó con su padre.«Precisamente con su padre…», pensó Adriel con cansancio.—Adri
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend
Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.Ahora estaba sola. Con tres niños.Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.Se levant
—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto. —Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al reco