Ella inhaló una larga calada de humo, llenando por completo sus pulmones antes de exhalar seis aros de humo perfectos, uno tras otro. Me recordó la última vez que vi algo así: cuando mi tío Guido dejó de fumar sus Lucky Strikes sin filtro en los noventa.
—Solo para que lo sepas —susurré, inclinándome hacia ella—, fumar causa cáncer. Y arruga la piel.
Después de dar dos caladas más, lanzó la colilla al interior de una maceta enorme.
—Eventualmente, él se va a cansar de ti y va a entrar en razón. No importa cuán bueno sea el sexo oral —o el favor que sea que estés ofreciendo para que siga regresando—, eso tiene fecha de caducidad.
—Si le preguntara a tu esposo si eso es cierto, probablemente recibiría silencio como respuesta —dije, mirando la rigidez que emanaba de ella—, porque, por cómo estás actuando, parece que el pobre hombre no ha recibido una buena mamada en años.
Dentro de la casa, el único sonido era el taconeo rítmico de Avery.
—¿Dónde está todo el mundo?
Se sirvió una taza de