Capítulo 09.

Narra Noah.

Viernes 22 de abril del 2022.

—Tienes que detenerte y respirar. Oye —Escucho las palabras pero no entiendo lo que quieren decir —¡Noah! Hermano, mírame y respira.

Mis ojos empañados se dirigen a la pantalla de mi teléfono.

—¿No conoces a alguien que pueda ayudarme? ¡Nadie!

Cuelgo porque Natanael está llorando también al no darme respuesta y no puedo verlo.

Me siento abandonado, como aquella primera vez que tras tanto trabajo a mis padres se les olvidó buscarme al colegio, y con miedo tuve que aventurarme a ir solo a casa; enfrentándome a las personas grandes que sentía me harían daño, a las calles que parecían tener el mismo rumbo, los mismos nombres, el mismo silencio y a ese regaño de mi hermano porque estuvo buscándome por horas como un loco.

Hacía mucho que no experimentaba ese sentimiento, pero esta vez es mucho más intenso porque nadie me ve a los ojos y me da una respuesta de en dónde está lo que busco.

Un mes.

Ha pasado un mes desde su desaparición oficial y sus padres no han hecho nada más que emitir los volantes y dejarlos a la suerte, porque ahora sé que Abigail no les importa lo suficiente.

No creo que ella sea capaz de desaparecer de la nada, ¿para qué? ¿Por qué? No hay una respuesta razonable.

Es por ello que tras dejar el teléfono en mi bolsillo, salgo del apartamento para ir en su búsqueda. Otra vez.

La policía no ha hecho nada productivo. No pienso perder mi tiempo pidiéndoles que me ayuden. He buscado lo suficiente solo, y aunque no haya obtenido respuestas, no pierdo la fe en que alguien la haya visto en alguna parte; tomando un bus, en el aeropuerto, en el puerto, en cada parada de motociclistas.

No he dejado de preguntarle a cualquiera en esos lugares, e incluso en los suburbios, o indigentes en la calle. Tampoco he dejado de manifestarme por las redes sociales, pero tal parece que la única persona que se preocupa por ella soy yo.

—¿La ha visto?

De nuevo me encuentro en el mismo lugar, uno que he visitado en más de cuatro ocasiones en lo que va de mes.

El vigilante vacila antes de hablar.

—Ya te he dicho que no.

—¿Pero puedes dejarme entrar? —Inquiero con desespero —Solo necesito preguntar; quizás hay alguien dentro esta vez que la conoce.

Recuerdo que en el pasado cuando estábamos en la secundaria ella solía visitar esta discoteca. Nunca supe por qué le gustaba tanto en realidad, pero no dejo de pensar que hay alguien aquí que sabe algo de ella pero no quieren decirme.

Intento entrar cuando el tipo de dos cabezas menos que yo deja pasar a una morena, pero me toma del saco hacia afuera.

—Por favor.

—Te dije que no. Los clientes se han quejado. Si quieres respuesta ve con la policía.

Entonces sonrío, con tanta amargura.

La presión en mi cuerpo aumenta y lo hago a un lado tras golpearle las pelotas.

Corro hacia dentro, el tipo maldice. Sé que viene detrás de mí porque cada que giro puedo verlo.

Esquivo personas,  barras, mesas; pero un muro me hace caer de boca al suelo, haciendo que pronto la presión en mi cara llegue y con ello sangre brota de mi labio.

El tipo se acerca y antes de que quiera tomarme aún en el piso tomo la fuerza para darle una patada en las piernas haciendo que caiga sorprendido.

Me subo encima de él listo para explotar toda mi furia en su cara.

Pero recuerdo la última vez que me encontré en esa situación, en donde casi pierdo a Peitton y el hecho de que esa noche ha desaparecido Abigail, por lo que gracias a dudar recibo la golpiza de vuelta.

Al tipo no le basta con darme dos puñetazos sino que saca una navaja y la pone en mi cuello, rasgándome un poco.

—Vuelvo a verte por aquí, hijo de tu gran madre, y sales muerto.

Me suelta, respiro ante la mirada de todos y cuando ya finalmente me encuentro fuera, viendo mi moto a la distancia, con lágrimas en los ojos, siento la mano de alguien en mi hombro.

Me volteo dispuesto a defenderme esta vez y bajo la guardia cuando una mujer rubia me hace una seña con la cabeza.

Puedo no ir con ella porque el vigilante del lugar me ve como si esa no es buena idea pero avanzo, limpiándome un poco la sangre con la camisa y pretendiendo que no me estoy quebrando, que soy más fuerte que esto.

La mujer me hace entrar a un callejón sin salida, enciende un cigarrillo con destreza, lo extiende y… siento que no puedo negárselo aunque jamás lo he fumado.

Fumo y la sensación me llena el pecho de cosas extrañas, se le entrego y ella sigue fumando mientras me ve fijamente.

—Abigail… ¿eres algo así como su novio?

—Eso pretendía…

—¿Por qué la buscas?

—Hoy hace un mes que nadie sabe de ella… desapareció.

Ella ve la pared que da cierre al callejón y baja la mirada.

—Es algo que ella haría.

—No lo creo.

—¿Porque te crees especial para ella? Por favor, a ella no le importa nadie.

El corazón se me oprime.

—No vas a decirme nada.

Cuando creo que esto es una perdida de tiempo, que estoy listo para irme, la rubia habla;

—Busca en su casa —Se acerca y echa el cigarro al piso para pisarlo con sus tacones rosas —Abigail no es de las que deja pistas en alguna parte. Lo que sea que estés buscando tiene que estar en su casa.

Asiento con cautela. La razón por la cual no he ido es porque tengo ese miedo de que haya cámaras o algo parecido y me meta en grandes problemas, pero esta semana lo he estado pensando demasiado; arriesgarme.

—Tú… ¿Por qué ella venía tanto a este lugar?

—Por poder… y control.

El nudo en mi garganta llega y no quiero saber nada de esto. Solo necesito encontrarla.

El camino se me hace tortuoso. Siempre he querido creer que sí soy importante para ella, que no soy sólo otro más del montón que ha caído a sus pies; pero a veces solo siento que estoy equivocado.

Estaciono mi moto en unas calles antes de llegar a la mansión Campbell. Y el hecho de que esté de nuevo en este lugar, recordando la última vez, me pone la piel de gallina.

Nadie sabe lo desesperado que me siento, me ahoga, y no me ha dejado dormir. Me ha generado ansiedad, me ha hecho pensar que... si no tengo algún rastro de ella, desapareceré también.

Todo sería diferente si ella me hubiese dejado una señal. Si me hubiese hecho saber hace un mes, cuando estábamos el auto y pensé que sería el inicio de nuestras noches de amor, que tenía planeado alejarse, irse.

Ello me da tanta impotencia. El hecho de que desde mi otro punto de vista, el dolido, piense que ella haya tenido el corazón para irse sin importarle que yo me estuviese derritiendo de amor por ella.

Ante mis ojos la mansión se hace presente, mi teléfono suena y no es necesario que vea quién es, porque los chicos han intentado comunicarse conmigo desde que nos dimos cuenta que algo no estaba bien.

Han intentando comunicarse conmigo para saber si estoy bien, no para ayudar.

Ni mis amigos han hecho lo suficiente.

El lugar a simple vista luce como si no hay nadie, todo está en silencio, y en el fondo, me da la impresión de que algo no anda bien dentro.

Intento encontrar alguna llave escondida, pero al no conseguirla, me asomo por la ventana. Desde aquí no se ve cámaras, de hecho no hay nadie, pero hay una luz encendida al parecer en la sala; sin embargo, ya que todo está más que desolado, echo un vistazo a todas partes asegurándome de no ser visto por vecinos, para poder trepar por la columna, llegar al primer balcón, y con ayuda de una navaja romper el seguro de la ventana para poder entrar.

Siento el corazón en la boca cuando veo una cama desordenada, su perfume aun presente, ropa en la cama, la puerta del baño abierta, pero la que da acceso al cuarto, cerrada.

No hace falta que busque demasiado para saber que esta es su habitación.

Abro la puerta para asomarme por el largo pasillo, y al no escuchar nada, ni ver nada, vuelvo a cerrar la puerta con seguro esta vez.

Me siento en la cama y cuando veo mi reflejo golpeado en el gran espejo, pero también a mí lado en la mesita de noche una fotografía de ella sonriendo, siento que la desesperación me ahoga hasta el punto de hacerme pensar que su presencia está aquí, respirándome en la nuca, observando que he venido sin su permiso, lo que ella no quería que hiciera.

Entro a su gran closet, busco alguna caja, en las gavetas de la peinadora, en cada parte en donde pueda haber algo que me diga en dónde carrizo está.

Pero escucho que hay pasos cerca de repente, mi corazón se acelera y rápido me escondo en el closet. Me regaño cuando recuerdo que le pasé seguro y que, si alguien quiere abrir se dará cuenta que algo no anda bien.

Tras las rendijas puedo observar que no intentan abrir porque la manija no hace ni el menor ruido; pero sé que hay alguien porque debajo de la puerta hay una sombra, y la madera del suelo chilla un poco cuando sea quien sea se debate de un lado a otro si debe entrar.

—Ya hemos buscado aquí, ella no ha dejado una pista.

Es su padre. Reconozco su voz. Así que ello me hace sentir tenso porque sé que no ha hecho lo suficiente para buscarla.

Escucho el llanto de una mujer, supongo que es su madre, pero no habla, pues luego las palabras se van alejando. Y cuando escucho silencio total, salgo, me asomo por la ventana y noto que los esposos Campbell salen en su camioneta, dejándome con un mal sabor en la boca pero con la libertad de seguir buscando con seguridad de que de verdad no están.

No obstante, hay nada más que ropa cara, cosas de marca, pero ningún pasadizo o tabla que pueda levantar siquiera en el piso; así que me siento en la cama, me dejo caer con su retrato encima, y el sentimiento de abatimiento creciendo en mi pecho me derrumba, porque me ha dejado solo.

—¿Por qué no me llevaste a donde sea que estés, contigo, Abigail?

El dolor se escucha en mi voz.

Ella no pudo... ella no tenía por qué irse. Ni siquiera me dio la oportunidad de pedirle que fuera mi novia. Ni siquiera me dio la oportunidad de despedirme, ella...

Siento algo debajo de la almohada cuando me remuevo.

Pero no está debajo de la almohada, está dentro de ella.

Mi corazón se acelera cuando con las manos frías y temblorosas quito la funda, abro el cierre y después de sacar bultos de plumas, lo encuentro.

Un diario, con su letra, con su nombre.

Lo hojeo rápidamente y noto que faltan demasiadas hojas.

Las dudas me consumen al pensar que ella ha hecho esto al propósito.

¿Qué es lo que esconde? ¿Qué es lo que quiere que nadie sepa?

Mis ojos se expanden en un segmento, cuando veo una fecha remarcada con tinta rosa y un corazón.

8 de Marzo 2022.

Fue el día en que estuvimos juntos por primera vez.

Mi garganta se llena de todos los sentimientos que me abaten, más todos lo que sentí ese día cuando lo primero que leo en la página es:

"Siempre había querido saber cómo se sentiría estar en los brazos de Noah. Hoy lo sé, y a pesar de que es abrumador, me gusta... Tonto y sexy Noah, siempre supe que no eres como los demás."

 

 

 

 

KFM

¡Gracias a todos por la espera y por todo el apoyo que nos han brindado! Ya estamos realmente de vuelta y con muchas ganas de leer sus nuevos comentarios. Mientras tanto, queremos recomendarles que sigan a Jen Herrera, pero especialmente una de sus historias llamadas: La madre los gemelos del magnate Se las recomendamos bastante, créanme, no perderán su tiempo. ¡Los amamos!

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