—¡No me importa lo que digan!— Las lágrimas giraban frenéticamente en los ojos de Mariano. Dijo con voz entrecortada:
—No te volveré a soltar Simona, ¡no permitiré que desaparezcas otra vez!
Esa sensación de tener el corazón excavado y vacío, ahora había sido llenada. No quería volver a experimentar esa terrible sensación de vacío que lo volvía loco.
Simona respiró hondo y continuó calmándolo con paciencia:
—Suéltame, sentémonos y hablemos bien.
Mariano de inmediato la contradijo:
—¡No te soltaré! ¡Ni aunque me maten!
La paciencia de Simona se agotó al instante:
—¡Suéltame de una maldita vez!
Al escuchar esto, Mariano la soltó de inmediato, mirando desconcertado a la mujer que lo tenía pensando una y otra vez.
Simona ajustó su respiración para calmar sus emociones y lo miró con tranquilidad:
—¿En qué mesa estabas sentado?
La mirada de Mariano estaba fija en Simona cuando gritó:
—¡Luis, empaca para regresar al hotel!
—¡Oh...oh, bien!
Luis se apresuró a obedecer.
Quince minutos des