—¡Carajo!— Mariano gritó en el teléfono, —¡Todos ustedes se han ido y me han dejado solo en este maldito lugar!
Alejandro respondió tranquilamente:
—¿Y qué? ¿No estás tú ahí, frecuentando los bares todas las noches?
—¡Alejandro! ¡Maldita sea, no tienes corazón!— exclamó Mariano.
Alejandro respondió con calma:
—No, no lo tengo. Adiós.
Con eso, colgó el teléfono. Sin embargo, poco después de colgar, el teléfono sonó de nuevo.
Alejandro contestó:
—¿Qué sucede?
La recepcionista del piso de abajo dijo respetuosamente:
—Señor Méndez, hay dos... niños abajo que dicen que quieren verte.
¿Dos niños?
Alejandro instantáneamente visualizó las caras de Nicolás y Liliana en su mente. ¿Cómo habrían llegado a MIK para buscarlo?
Alejandro dijo:
—Tráelos aquí arriba.
Luego llamó a la secretaría y les pidió que fueran a la tienda lo más rápido posible para comprar algunos bocadillos que a los niños les gustaran.
Cinco minutos después, Nicolás y Liliana aparecieron frente a la puerta de la oficina.
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