Liliana, sin más opciones, dijo:
—Ninguno de nosotros ha pagado este dinero. Si quieres hacer una transferencia, hazla a mi padre, el hospital es suyo.
Fabián se quedó perplejo:
—Entonces, los datos de contacto de tu padre...
—¡De verdad que no puedo contigo! —Liliana se levantó enojada—. ¡Eres un cabeza dura!
Dicho esto, Liliana se dio la vuelta y entró al baño. Sin embargo, apenas entró, escuchó un mensaje.
Sacó su teléfono y vio que era una transferencia de Fabián por tres mil dólares.
Liliana casi se ahoga de rabia y quiso salir a golpear a Fabián, pero recordó que estaba herido y se contuvo.
Sin embargo, después de calmarse, Liliana sonrió mordiéndose el labio.
Fabián seguía siendo Fabián, nunca se aprovechaba de nadie a pesar de sus propias dificultades.
Era precisamente esa altivez en su carácter lo que la había atraído a él.
En menos de media hora, Mateo llegó a la habitación.
Al entrar, vio a Liliana sentada en el sofá y a Fabián acostado en la cama.
Después de mirarlos, Mateo