Pronto, las enfermeras trasladaron a Fabián a una habitación VIP.
Luciana y Leo salieron a comprar lo necesario para la hospitalización, así que en la habitación solo quedaron Liliana, Sara y Fabián.
Liliana estaba sentada junto a la cama, mirando fijamente a Fabián, que yacía pálido en la cama.
Sara, apoyada en la pared, miró a Liliana y dijo:
—¿Sabías que Fabián estudió boxeo?
Liliana negó con la cabeza:
—No lo sabía.
—Yo también me extrañé en su momento. ¿Por qué alguien con una vida tan precaria querría aprender boxeo? Pero me dijo que era para proteger a alguien. Hasta que te conocí, no entendí a quién se refería. Realmente tienes suerte.
Cuanto más hablaba Sara, más oprimido se sentía el corazón de Liliana. Apenas podía mantenerse y aun así aprendió boxeo por ella. Ella no era incapaz de cuidarse sola, ni le faltaba quien la respaldara. Y él hizo todo esto sin saber si volvería a encontrarla. ¿Acaso era tonto?
Viendo que Liliana no tenía nada que decir, Sara se rio con frialdad: