Leo se dio la vuelta y siguió a Manuela nerviosamente. Ambos subieron las escaleras en silencio hasta el segundo piso, donde Manuela finalmente se dio cuenta de que Leo la seguía. Se volvió y lo miró con disgusto, preguntándole bruscamente:
—¿Por qué me sigues?
Leo, apretando el puño con fuerza, respondió con miedo en sus ojos:
—Voy a mi habitación.
Manuela le gritó:
—Si quieres ir, entonces ve, ¡pero no camines como un fantasma detrás de mí!
Su grito llamó la atención de los dos niños en la habitación. Liliana se sobresaltó y preguntó: —¿Hermano, hay una mujer afuera gritando? ¿Es la mamá de Leo? Suena tan enojada. ¿Crees que entrará?
Leo miró hacia la puerta y le dio instrucciones con calma:
—Cierra la puerta con llave.
Liliana tenía miedo de hacer ruido al cerrar la puerta con llave, y señaló:
—Cerrando la puerta hace ruido.
Leo le aseguró:
—No lo hará.— Luego, Nicolás desvió la mirada de la puerta y continuó golpeando el teclado. —Esta puerta tiene un cierre silencioso.