—¿Ya hablaste con tus padres sobre esto?—preguntó Alejandro.
Mariano se encogió de hombros.
—Rompí relaciones con ellos por lo que pasó con Simona. No me importa si lo aprueban o no.
Alejandro miró a los niños que iban de la mano con Ximena. —Esperaré a que los niños se vayan al extranjero para prepararlo.
Mariano reaccionó.
—¿Cuándo se van?
Alejandro calculó las fechas.
—Mañana los llevaré de vuelta a Reinovilla. Pasado mañana se irán con Manuel.
Mariano suspiró.
—¿No piensas decirle a tu hija para que venga a despedirse de sus hermanos?
—No hace falta—rechazó Alejandro. —Se pondría a llorar.
Mariano arqueó una ceja.
—Cuanto más veo cómo tratas a Liliana, más me pareces un papá consentidor. Anoche Simona me dijo que tuvieran otro bebé y nos lo dieran en adopción.
Alejandro se detuvo y lo miró molesto.
—¿Estás soñando?
Mariano exclamó:
—¡Ay! ¡Ustedes todavía pueden tener hijos, yo ya no!
Alejandro lo examinó.
—La medicina actual puede intentar prevenir que el bebé se infecte.
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