Wiliam reflexionó un momento:
—No es temporada turística, pero todas las habitaciones están ocupadas. ¿Es posible que todos los huéspedes sean gente de Alejandro?
Samuel asintió, con la mirada sombría:
—Correcto. Dejó gente esperándonos, mientras ellos ya se fueron a otro lugar.
—¿Entonces ahora solo podemos rastrear a Ximena para encontrarlos?—preguntó William.
—Ya no hace falta rastrearla—dijo Samuel con un tono de desaliento. —Seguro tiraron su teléfono. Subestimé las habilidades de esos dos niños.
William:
—¿Qué hacemos ahora?
Samuel meditó un rato:
—Si fueras tú, ¿adónde irías?
William:
—Definitivamente lo más lejos posible.
Samuel miró las montañas ondulantes por la ventana, volviendo a sumirse en sus pensamientos.
William, viendo que Samuel no respondía, no se atrevió a preguntar más. Sabía que al señor le molestaba que lo interrumpieran mientras pensaba.
En menos de diez minutos, Samuel habló con voz suave:
—Busca hoteles en la montaña con buenas condiciones y ambiente, t