Desde el amanecer hasta el anochecer, y luego desde el anochecer hasta el amanecer.
Ximena yacía en el suelo, mirando débilmente hacia la rendija de la puerta, con las manos enrojecidas temblando sin cesar.
La pequeña y claustrofóbica habitación, junto con el constante temor a la muerte, socavaba su espíritu.
Si no hubiera sido por las tres vidas que llevaba en su vientre, temía que habría buscado su propia muerte.
Ximena cerró los ojos y la imagen de Alejandro se formó en su mente.
En esos días, había pensado mucho, tal vez fueron los Rodríguez quienes pusieron sus manos en esto, o tal vez los Méndez.
Las redes de influencia de Los Rodríguez y Los Méndez eran intrincadas, y su poder era inimaginable.
Ella era como una hormiga, incapaz de resistir de ninguna manera.
Ahora estaba sola, ¿qué sucedería cuando el niño naciera?
El niño era inocente, y además, ella aún no había vengado a su madre.
Ximena se encogió lentamente en una posición fetal.
Si podía salir con vida, quería arriesgarse