—Vamos, a comer.
Estrella sintió que el estado de ánimo de Daniel había cambiado repentinamente, pero no supo precisar qué le pasaba. Obedecedora, lo siguió.
Estrella no esperaba que Daniel la llevara a comer a la brasa. Y era su restaurante favorito desde la época de la universidad. Sus ojos brillaron, mirando en secreto al hombre que caminaba delante. Incluso de perfil, era fascinante. Pensaba que alguien tan frío e impoluto como Daniel solo iría a restaurantes de lujo. Este ambiente informal parecía no encajar con él.
Daniel giró la cabeza para mirarla, encontrándose con unos ojos claros y vibrantes. Estrella no esperaba que se diera la vuelta de repente, sus ojos se desviaron con nerviosismo, su corazón latió con fuerza.
—¿Qué miras?
Daniel se detuvo, preguntando con voz grave.
—No, nada. Solo que no esperaba que al tío le gustara la comida a la brasa.
Estrella respondió con calma fingida.
—Sí, ¿te gusta?
Estrella asintió inconscientemente:
—Sí.
Daniel sonrió ligeramente, un de