Mi primera reacción fue pensar que Cristóbal era tan guapo y que su apariencia no tenía nada que envidiar a la de los modelos.
Mi segunda reacción fue de vergüenza. Apenas empezaba y ya me pillaron comiendo a escondidas en mi boda. Quise desaparecer.
Fingiendo calma, devolví el pastel a su lugar, me senté de nuevo en la cama actuando como si nada hubiera pasado.
Una risa breve sonó. Cristóbal se acercó y colocó el plato entero de pasteles frente a mí.
—Llevas todo el día sin comer. ¿Hambre? No hay ceremonias, come todo lo que quieras.
Lo miré, preguntándome si era sincero.
Criarme con Luciana me llenó de trampas y engaños, haciéndome sospechar siempre lo peor de los demás.
Pero Cristóba tomó un pastel y lo puso en mi mano, sentándose junto a mí en la cama.
—Hace dos años, en ese cementerio, hasta te atreviste a salvar a un muerto. ¿Ahora temes un pastel?
Sus palabras desencadenaron mi memoria: Dos años atrás, Luciana me abandonó en un cementerio tras visitar un templo. En la