Cuando se enteró del escándalo sintió algo de pánico. Era como si los problemas y enfrentamientos lo persiguieran a donde fuera.
Estaba frustrado porque, aunque trató de unirse a quienes iban a ayudar al pueblo, no lo dejaron alegando que podría herirse de nuevo la pierna y entonces si no saldría victorioso.
— ¿Dónde tiene la cabeza, joven?—una señora de edad pero bien conservada se acercó a él con las manos tras su espalda.
— Perdón... Estaba pensando en la situación actual.
— Si... Realmente son personas desafortunadas- dijo pensativa — Estar en el momento y lugar equivocado para tener un final tan trágico.
— ¿Nos hemos visto en algún lado?— preguntó Sara luego de un rato en silencio.
— No lo creo, la recordaría.— respondió Eidhan. Sara asintió.— ¿Usted es familiar de Lianna?— preguntó curioso.
— ¿Lianna?— Sara alzó una ceja.
— Disculpe... La jefa.
— Soy algo así como su nana.
No pudo evitar reír.
— ¿Qué le causa gracia?
— Es que no tiene aires de Nana. —confesó Eidhan.
— ¿Y cómo de