Minutos pasan, luego horas y sigo encogida bajo las mantas llorando en silencio y sintiendo culpa, la cuál poco a poco me come lentamente. Alguien abre la puerta y sé de antemano que es él, lo siento en mi pecho.
- Isabel...-
Susurra pero me escondo aún más en la cama.
- Mi pequeña rosa...-
Dice y un sollozo sale de mi destrozada garganta. Siento su caminar y la cama se hunde tras de mí, siento un brazo pasar por arriba de mi persona y posarse justo en frente. Su cabeza se recuesta de mis hombros por segundos y dice.
- ¿Qué te a pasado mi pequeña rosa? Que te veo sin pétalos y grandes espinas a tu alrededor.- Comienza a recitar.
¡Oh! Mi pequeña rosa, si tan sólo supieras que&nb