Pero así soy yo, no lo puedo evitar.
También me gustaría cambiar.
Si pudiera mejorar mi carácter, si fuera más relajada, la vida no estaría llena de tantos problemas.
Con tanto muchacho guapo, todos llevándose bien, ¡eso estaría mejor que cualquier otra cosa!
Justo cuando pensaba en lo obsesionado que anda Gabriel, suspiré sin querer.
Sonó mi celular otra vez.
Era Benoît.
—¿Dónde andas? Vine al hospital a ver a tu abuela, pero no te encontré por ningún lado.
Cuando supe que Benoît ya estaba allá, le dije que aguantara tantito, que ya iba.
En cuanto llegué, lo vi recargado en un árbol afuera del hospital, fumando.
Era uno de esos días de otoño donde ya se empieza a sentir el frío, y él, con su abrigo bien ajustado, se veía más imponente que nunca.
La gente guapa se ve bien haga lo que haga.
Cada movimiento, cada gesto, parece de película.
No podías dejar de verlo.
Su vibra era muy suya: intensa, impredecible. Si se ponía un traje formal, imponía como jefe. Con sólo una mirada, cualquier