Pero David, este impostor, ¿cómo se le ocurre?
¡¿Cómo se le ocurre mandar a arrastrar a Rita sin ni una pizca de compasión?!
Él y Esmeralda, esa maldita… son unos desgraciados criados en casas sin educación.
Todos pura fuerza, cero cerebro.
Ni una pizca de clase ni respeto por cómo se hacen las cosas entre la gente de clase.
Rita, aunque era empleada, siempre se sintió parte de la élite por haber servido a la familia más poderosa. Por eso se creía de alto rango también.
Para ella, la gente de dinero es refinada, educada, siempre midiendo lo que dice, lo que hace, pensando en cómo se ve desde afuera.
Todo bien medido, bien pulido.
Nunca había visto a alguien hacer algo tan directo, sin pensar en la jerarquía, ¡y mucho menos a alguien pegar así, tan de frente!
No podía entender cómo alguien tan corriente se atrevía a levantarle la mano a alguien como Donati, que para ella estaba en otro nivel.
Cuando se llevaron a Rita, David me tomó la mano.
—No tengas miedo, yo estoy acá.
Él quería cui