Me di la vuelta y vi a Fiorella parada en la escalera, mirándome desde arriba como si fuera un bicho que podía aplastar con un dedo.
Apreté los puños sin siquiera darme cuenta.
Fiorella vio eso y se burló en mi cara.
—Esmeralda, ¿ahora sí te arrepientes de haber sido tan atrevida la última vez?
No le contesté, solo cerré los puños con más fuerza.
Pensó que me quedaba callada por rabia, así que se rio todavía más, con ese aire de superioridad.
—Ojalá esta vez aprendas que cuando hay que arrodillarse ante alguien, ¡hay que hacerlo!
Ella venía de una familia importante y se había casado con la más poderosa de Blancheva. Nadie se le podía enfrentar.
La última vez, en el hospital, yo sí lo hice.
Eso la dejó tan ardida que usó a Tania para esto y voló desde donde estaba solo para verme hecha polvo.
Pero, al ver que no me arrodillaba, se fastidió. Se le notaba en la cara.
—¿Qué pasa? ¿No te das cuenta de que deberías estar de rodillas?
—¿O necesitas que, como tu profesor recién salido del hos