Thiago.
— ¿Cuántos dedos ves? — escucho la voz de Layla y algún pitido insistente de fondo.
Abro los ojos y la veo inclinada sobre mí, no sé si preocupada o divertida.
— Por ahora sólo veo el puño de Grillo… — respondo porque literalmente me lo está enseñando por encima de la cabeza de Layla.
— ¡Y lo vas a seguir viendo a menos que me expliques qué fueron todas esas babosadas que dijiste, cabrón! — sentencia.