Layla
Lo veo dormir tan tranquilo y realmente me dan ganas de darle un tortazo con toda la mano abierta. Se ha dedicado a esquivarme como si tuviera la peste. Parece un niño chiquito que ha aprendido la palabra “no”. Sin importar dónde lo arrincone siempre se me escapa.
— “No, Layla. No, nena.” — lo remedo haciendo una mueca llena de inmadurez y no me importa. ¡Este hijo de puta me coge hoy o dejo de llamarme Layla!
Me desnudo completamente y me meto a la cama con él, entre sus piernas, oliendo su miembro por encima de la ropa. Lo ac