Perlman no soltaba la mano de Ivonne y ella tampoco hacía esfuerzo alguno por quitarla de la posesiva mano del hombre. Ambos se miraban a los ojos, como tratando de mirar dentro de los pensamientos del otro, había como un aire de sensualidad y picardía entre ellos en ese momento.
Hasta que sonó la puerta de las oficinas de Grassman. De inmediato se soltaron las manos y comenzaron a darse vuelta hacia donde estaba la puerta, en ese momento la figura de Alexander Grassmann se recortó en el marco de la puerta y miró hacia donde estaban los dos.
—¡Ivonne! —dijo Grassman con un gesto de alegría— Menos mal que has bajado, pensaba enviar por ti, y Grant se me adelantó, por lo que veo.
—En realidad no había subido aún hasta las habitaciones de la señora Ivonne —dijo Grant Perlman— Cuando me disponía a ir al ascensor ella salió de allí.
—Por favor, señor Perlman —dijo Ivonne con su voz afectada— Ya le dije que me llame Ivonne, a secas.
—Claro Grant —apoyó Grassman— Se pueden tratar en confianz