18. Deja que te ayude.
No sabía cómo, pero allí había acabado, frente al lago, sintiendo la agradable brisa nocturna sobre mi rostro.
Estaba descalza, con los pies metidos en el agua, mientras esta me llegaba hasta la rodilla. Cerré los ojos, dejándome llevar por mis pensamientos, recordando a Shally.
“Una Shally de no más de doce años de edad jugaba conmigo en la laguna, mientras hablábamos sobre nuestras madres.