24 – Si estuviésemos juntos.

El resto del día fue un día de mierda, en el que apenas pude concentrarme, y en el que, por supuesto no volví a ver a mi jefe por ninguna parte, no entendía dónde se había metido, y Babel tampoco tenía ni idea de dónde él estaba. Le dejé como tres mensajes en el contestador, todos sobre trabajo, por supuesto, pues sería un idiota si me rebajaba ante él en cualquier otro aspecto que no fuese el laboral.

Una parte de mí lo agradecía, el que no estuviese allí, el no encontrármelo en la oficina, el no saber nada de él, pues no quería verle, no después de nuestra pelea, en la que me había tratado como si tan sólo fuese la zorra con la que se acostaba, como si no fuésemos nada más que eso, amigos que se acuestan. ¿Cómo habíamos llegado a aquello? ¿cómo había podido per

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