7 - Él no es tan malo.
Cuando fui a recogerle aquella mañana lucía distinto, como de mal humor, y no dejaba de mirar por la ventana. Tenía la camisa ladeada, y los botones mal abrochados.
- No digas nada – me espetó – no tienes ni idea de lo difícil que es abrocharse la camisa con una mano.
Me quité el cinturón, sin previo aviso, y comencé a desabotonarle la camisa, sin maldad alguna, tan sólo con el deseo de ayudarle, pero él me detuvo cuando ya iba por el segundo botón.
- ¿se puede saber qué haces? – me cortó, apartándome las manos de él – siento si te he dado una idea equivocada, pero no quiero acostarme contigo, Laura.
- Ayer no decías lo mismo – le porfié, haciendo que él se quedase quieto, observando como yo desabrochaba su camisa, sin dejar de observarle, si