Narrado por Mariano Hans:
La sala está cargada de un conjunto de emociones que es imposible de ignorar. El aire se siente espeso, como si las palabras que se han dicho no quisieran disiparse. Zena está de pie, con los brazos cruzados, la mirada encendida por una rabia que no parece tener fin. Dana está sentada en el borde del sofá, con las manos temblorosas sobre las rodillas, como si el pasado la hubiera golpeado de nuevo. Y Fátima… Fátima está rota. Sus ojos están rojos, su rostro húmedo, su cuerpo encogido como si quisiera desaparecer. Fatima no ha tenido unos días fáciles, y este enfrentamiento la pone en una posición más complicada. Ella está agotada.
Me quedo en silencio unos segundos. No quiero hablar desde la impulsividad. No quiero empeorar lo que ya está al borde del colapso. Pero tampoco puedo quedarme quieto mientras la mujer que amo es humillada por alguien que no entiende lo que está pasando.
—Zena, usted es más que esto. —digo, con voz firme pero serena. —, entiendo qu