Día del cumpleaños.
El reloj marca las 9 de la mañana, la alarma suena y Luz se levanta como un resorte. Corre por la escalera al primer piso. Abre el refrigerador y saca su preciada creación.
Una exquisita torta hecha de tres leches.
Probablemente no es la gran cosa, pero para ella sí lo es. Le tomó horas y numerosos consejos de Camille que llevó a cabo al pie de la letra.
Con una manga pastelera y una boquilla realizó unas flores en el borde circular del pastel, además agregó unos corazones de fondant y pelotitas plateadas.
Por última vez la admiro. Seguramente no se asemeja en nada a una torta hecha por un pastelero profesional, sin embargo fue horneada con amor y dedicación, y aquello vale más que todo el oro del mundo.
Con sumo cuidado la envolvió en una caja de cartón, y a continuación, corrió hasta su baño para ducharse.
Una hora más tarde, Camille la esperaba en el comedor con el desayuno listo. Ambas merendaron tostadas con mermelada y piezas de frutas.
—¿Realmente no